Aman desde el silencio y se encomiendan a la Providencia

Aman desde el silencio y se  encomiendan a la Providencia

Su carisma es el sigilo. La obra no aparece en las redes sociales ni cada hora ponen una cuña en la televisión alabando sus logros. Nadie se entera cómo obtienen la comida y las medicinas para las 59 personas enfermas que están bajo su cuidado, 27 de ellos niños. Como Dios actúan y, desde el gesto, evangelizan.

La pandemia no ha cambiado eso, todo lo contrario.  

Desde el 11 de marzo pasado, cuando en el país se encendieron las alarmas por el Covid-19, las Misioneras de la Caridad de Santa Teresa de Calcuta blindaron el Hogar San José que regentan en San Miguelito: desde ese día nadie entra y nadie sale.

Pura bendición

“Todos estamos bien; los 15 trabajadores que prestan servicio aquí decidieron quedarse dentro (…) adultos mayores y niños están bien; nadie ha enfermado”, indicó la hermana Marinus, superiora del Hogar.

Con una sonrisa en los ojos (la real está oculta debajo de la mascarilla), la hermana Marinus indica que las seis hermanas que atienden el lugar están muy agradecidas con “toda esa gente generosa, voluntarios y bienhechores que nos han llamado y nos han preguntado cómo estamos”.

“No nos ha faltado nada”, añadió, y explicó que personas de buen corazón les llevan alimentos secos, agua, medicamentos y artículos de aseo, lo mismo que dinero para que la obra se sostenga.

Sacerdote exclusivo

La hermana Marinus se emociona con la siguiente frase: “¡Dios nos ha dado un regalo grande, que es el padre Rodolfo!”

Se trata del sacerdote Rodolfo López, quien por “accidente” quedó “atrapado” en Panamá luego que todos los vuelos de entrada y salida fueran cancelados por las autoridades, y las fronteras quedaran bloqueadas debido a la pandemia.

“Él vino a visitarnos y ya no pudo salir del país”, señala la Superiora.

Privilegiado

Exorcista de la Catedral de Managua, Nicaragua, el padre Rodolfo José López Salazar estaba en Panamá en un encuentro de la Pastoral de la Consolación, y se quedó unos días de visita en el Hogar San José, con las Misioneras de la Caridad.

“Cerraron el aeropuerto y luego las fronteras y ya no pude salir”, indica el padre Rodolfo, quien añade: “Así que acá estamos, en un santo lugar, con unas santas hermanas gracias a Dios”.

El padre considera la experiencia como una bendición, ya que le ha servido como retiro.

“Hoy me siento privilegiado porque estoy como de retiro, así me siento. Muy gozoso, celebro las misas con ellas, siento esa responsabilidad de orar por todos mis hermanos, sobre todo los que sufren esta enfermedad”, señaló.

Las otras casas

Las hermanas explicaron que el otro Hogar de la Caridad que existe en Panamá es el de la diócesis de Colón-Kuna Yala, y allá todos se encuentran bien.

Aunque no tienen la fortuna que tienen en la Arquidiócesis, de contar con un sacerdote permanente, el obispo Manuel Ochogavía Barahona ha garantizado un sacerdote en un punto cercano, donde las religiosas van cada día para su misa diaria, y reciben el sacramento de la Reconciliación.

También en Colón se aplicó la medida de cuarentena total en el lugar: nadie entra y nadie sale.

En las casas que tienen en Centroamérica no ha habido novedades, según explicó la hermana Marinus. Hasta el momento, en ninguno de estos lugares hay casos del nuevo coronavirus, ni situación alguna que lamentar.

En Estados Unidos, específicamente en Nueva York, sí se han registrado dos decesos entre las Misioneras que están atendiendo a los enfermos de Covid-19. Una persona adicional se encuentra en estado delicado.

Consagración

Otro milagro en el Hogar San José ha sido la entrega de los trabajadores, quienes optaron por no abandonar el lugar, y mantener el cuidado a los enfermos.

Explica la hermana Gracelina, que son 15, y ocho de ellos iniciaron una preparación de consagración total a Jesús a través del Inmaculado Corazón de María. El proceso dura 33 días, y culminará el 24 de mayo, en la Solemnidad de María Auxiliadora.  

“Eso les ha servido para acercarse mucho a Dios y a Su Palabra. Porque antes ellos venían, trabajaban y se iban, todo por un interés material; ahora van descubriendo que eso no va a salvar”, explicó la hermana Gracelina, quien añadió que con todo esto ellos han descubierto “la ternura de Dios”.

Sacerdote queda “atrapado” en Panamá cuando se cancelaron los vuelos, pero le da gracias a Dios

E. Soto. El padre Rodolfo está feliz. Se encuentra en un lugar donde Dios muestra su rostro todos los días, y el contexto de la pandemia, según él mismo dice, “nos lleva a tener una intimidad más cercana con Dios”.

Pero no deja de estar atento de su realidad nicaragüense. “Me han escrito muchos hermanos de Nicaragua y los he encomendado siempre en misa y en el rezo del rosario, y las Horas Santas”, indica de buen ánimo.

Con su sotana de negro cerrado, se ve un tanto agobiado por el calor, aunque atiende al periodista en la fresca de la tarde. Aun así, parece estar sonriendo debajo del tapabocas.

Con su tono sereno comenta: “He aprovechado todo este tiempo (dos meses) para orar. Ciertamente le rogamos al Señor con humildad que aleje esta pandemia de nuestros países, le pido perdón por todas las faltas que la humanidad comete”.

El padre Rodolfo está enfocado en su principal responsabilidad como exorcista. “Particularmente he encomendado a los hermanos que acudían allá en la Catedral por el ministerio de exorcismo y no están siendo atendidos”, desde esa Pastoral de la Consolación o de la Misericordia.