A pesar de las corrientes ideológicas que pretenden distorsionar su misión, hombres comprometidos con su fe, vencen cualquier obstáculo o circunstancia para mantener la unidad familiar.
Por Marianne Colmenárez
Según explicaciones del papa Francisco, cuando Jesús llama a la vocación del matrimonio y a la familia, pide que miren siempre hacia adelante. El Señor siempre precede a sus hijos en el camino, en el amor y servicio; “quien lo sigue no queda defraudado”, asegura el Santo Padre.
Sin embargo, la realidad actual luego de tres años de pandemia es que muchas familias sobreviven a situaciones difíciles, como la falta de trabajo, de una vivienda digna o de una tierra donde vivir en paz, en una época de grandes y acelerados cambios.
Sostenidos por la fe
Juan y Sol Pimentel tienen 24 años de casados, son padres de: Sol de 23 años y Mia Victoria de 11 . Son conocidos en los medios eclesiales por ser quienes llevan las riendas del grupo de oración Matrimonios para Cristo y por haber colaborado por un buen tiempo como moderadores en FETV y Radio María.
Para ellos, la pandemia fue como un gran huracán, que trajo consigo momentos difíciles a la relación matrimonial y en la familia. “Desde hace tres años hemos tenido que lidiar con una nueva realidad, quedé sin empleo, el sustento económico que aportaba quedó resumido a la nada, todas las cosas que podía tener o dar por seguro simplemente ya no estaban”.
Eso produjo en Juan una crisis de fe, ansiedad, impotencia, desesperación y hasta depresión.
“A pesar de tener más de 20 años caminando en la fe, la pandemia me enseñó que debo seguir siendo barro en las manos del alfarero, que la fe ciertamente es probada y debo verla con alegría, como dice el apóstol Santiago”, expresó.
Como típico hombre latino, llegó a sentir vergüenza de ver que su esposa Sol mantenía el hogar. “Lamentablemente, caemos en el machismo, creyéndonos autosuficientes, nos avergüenza quizás tener que depender de la esposa”, afirmó.
Luego de tantos días de tribulación decidió dejar de creer en Dios, le dijo a su esposa que el Señor no le escuchaba y no respondía a sus oraciones. El Espíritu Santo puso en Sol las palabras correctas para hacerle reaccionar, le abrazó fuerte y oraron juntos en tan difícil momento.
Con los Pimentel se puso de manifiesto, lo que el papa Francisco encomendó a las familias. “Habrá momentos duros, habrá momentos difíciles, pero hay que seguir adelante, siempre. Tu marido, tu mujer tiene esa chispa de amor que habéis experimentado al principio; dejad que salga de vuestro interior, descubrid de nuevo el amor. Esto os ayudará mucho en los momentos de crisis”.
Aferrado a la oración, a los sacramentos, a las direcciones espirituales y al mayor regalo que Dios le ha dado, su familia. Juan continúa buscando trabajo, ayuda con esmero en todos los quehaceres del hogar y está por culminar su licenciatura en derecho y ciencias políticas.
Lección aprendida
Iván Rodríguez manifiesta que en los primeros doce años de matrimonio no fue fácil cumplir con la misión de ser cabeza de hogar.
“Por no estar cerca de Dios desde el inicio, nunca supe cuál era mi misión como esposo y papá, por lo que cometí muchos errores, lastimé mucho a mi familia y ofendí a nuestro Señor”, destacó.
Dos veces ha pasado por la experiencia de estar desempleado. La primera vez antes de vivir junto a su esposa Alexandra Burgos el retiro del Movimiento Matrimonios en Victoria.
“En esa primera ocasión, mi reacción al momento de perder mi trabajo fue de sentir mucha rabia, culpaba a todo el mundo, me desesperé porque no podía cubrir las necesidades básicas de mi hogar. Mi ego me avasalló, ya que al no tener ingresos me sentía débil, mi distancia de Dios me tenía totalmente ciego”, relató.
Manifiesta que, por la gracia de Dios, su esposa tomó las riendas del hogar, me alentó a levantar cabeza y pudimos salir adelante.
Por cosas del destino, Iván vuelve a vivir la experiencia de quedar sin trabajo, pero esta vez tenía dos años de haber asistido a Matrimonios en Victoria. Tenía una mentalidad diferente y herramientas aprendidas que puso en práctica, lo que trajo para su vida diferentes resultados.
“Acepté la situación en paz sabiendo que es la voluntad de Dios, luego entregué cualquier sentimiento de miedo o dolor en oración y confié en la justa misericordia del Padre”, señala.
Iván compartió la noticia con su familia, oraron juntos para pedir dirección al Espíritu Santo y siguieron adelante con lo nuevo que Dios les tenía como familia.
“Me aseguré de que el ego no tomara las riendas de mis reacciones, pude seguir siendo el líder espiritual de mi hogar, confié en las promesas de Dios, que como siempre seguía siendo proveedor ”.
Para Iván, su esposa Alexandra ha sido la compañera que Dios considera perfecta para él, “ha sido mi soporte y mi fuerza”.
Aferrados a la oración, eucaristía y actividades propias del MEV siguen adelante, amándose y perdonando las fallas, con la mirada puesta en el ejemplo y en los valores de la Sagrada Familia de Nazareth.