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Asumieron el riesgo de acoger la vida para construir sus propias familias

Asumieron el riesgo de acoger la vida para construir sus propias familias

En el marco del Día Internacional de las Familias, que se celebra cada 15 de mayo, dos matrimonios comparten sus testimonios con el que esperan sensibilizar e informar sobre la experiencia de ser familias acogentes.

 

Por Marianne Colmenárez

Si San José y la Virgen María no hubiesen dado ese salto de fe para aceptar la misión que Dios les presentaba hace más de 2 mil años; hoy ni usted ni el resto de la humanidad pudieran llamarse cristianos.

El Creador quiso que Jesús naciera en una familia y no en un núcleo familiar cualquiera, quiso que el Niño Dios tuviera un padre por ¡adopción!.

A pesar de su silencio, se puede deducir que San José actuó como un verdadero padre, valientemente cuidó de su esposa y de su hijo, y aunque las Sagradas Escrituras no lo digan, se puede pensar que como buen papá, estuvo atento al crecimiento de Jesús.

Esta historia santa que hoy recordamos, se repite en la actualidad gracias a hombres y mujeres que han dicho ¡SÍ! a esta misión de vida. Por una parte, familias que han podido adoptar y por otra, quienes viven la experiencia poco conocida de ser una “familia acogente”.

Tal es el caso de Darío Ramírez y su esposa Mariangel Espinal, un matrimonio joven que decidió desde su etapa del noviazgo dejarse inspirar por la familia de Nazareth y por la figura de San José; para ellos pieza clave en la toma de decisión de vivir juntos la experiencia de ser una familia acogente.

Luego de dos años de una sana convivencia han podido ver cambios favorables

Desde hace dos años se arriesgaron, comparten la crianza de una niña migrante venezolana, de padre haitianos, quien lamentablemente perdió a su madre biológica cuando atravesaban la selva del Darién; y a su vez, a un niño indígena, que venía también de una situación compleja y vulnerable.

“Mientras era voluntario de uno de los albergues de la ciudad, iba con Mariangel los fines de semana a visitarles. Conocimos a la niña que se había quedado sola en Panamá y a este encantador bebé albino de población indígena. Nos convertimos primero en sus padrinos, luego nos visitaban los fines de semana y en el camino observamos que para ambos esta era una opción que permitiría sacarlos del albergue” explicó Darío.

 

Actualmente hay 27 familias acogentes, logrando beneficiar a 47 niños, niñas y adolescentes.

 

Con orgullo comenta que los docentes están fascinados ya que han dado un cambio del cielo a la tierra. Han desarrollado habilidades sociales que antes no tenían, hablan varios idiomas, realizan actividades extracurriculares, saltan, bailan, cantan, ríen como cualquier infante que goce de una estructura familiar.

 

Pensar en el valor que aportan y no en la separación

Graciela Mauad, directora general de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia (SENNIAF) explica que la figura de familias acogentes consiste en dar la oportunidad a niños, niñas y adolescentes que por razones de protección han tenido que ser separados de sus familias biológicas, de estar en un espacio familiar en lugar de ser institucionalizados, asegurándoles así un desarrollo más integral.

“Realmente es un voto por la esperanza, sabemos que no es fácil pensar en este nivel de entrega, pero solo quiero que piensen en el gran aporte que significa para un NNA poder vivir ese período, no pensar en la separación, sino en el valor que tiene que haya sucedido” reflexiona Mauad.

La directora del SENNIAF señala que es importante que la población tenga clara la marcada diferencia de ambas figuras. “La adopción es un proceso más detallado y  toma más tiempo. La familia acogente actúa como un hogar temporal, porque la intención final es que el niño, niña o adolescente vuelva con su familia biológica o una opción familiar biológica” explicó.

Quienes entran al programa realizan varios cursos para preparar justamente el tema del apego, pues es necesario que se desarrolle una relación sana y con expectativas claras, tanto para los menores como para los padres.

La familia Ramírez Espinal reconoce que la atención psicológica ha sido fundamental para avanzar en este camino. Agradecen a la Fundación Clamor al Corazón, quienes les han acompañado en este proceso.

 

Unidos en la oración 

Silvia Pino de 57 años y su esposo Félix Morales de 71 años, están convencidos de que Dios escuchó sus oraciones y hoy gozan de lo que pidieron con tanta fe; sin saber que en otro lugar dos niños, hermanos de sangre también rogaban al Cielo tener unos padres que les amaran y protegieran.

“Ha sido una bendición tener a estos chicos en casa, ellos nos transmiten mucha energía, son luz, alegría, una fuerza interna para seguir adelante” dice Silvia.

1,200 niños que habitan en distintos albergues del país esperan por una familia

Silvia y Félix son fieles de la parroquia San Judas Tadeo de Juan Díaz y por pura “diosidencia”  como dicen, el pasado 28 de octubre, día de la solemnidad de este santo de la Iglesia, se dio la audiencia en la que el Juzgado decidió que eran los padres adoptivos de estos  adolescentes.

Desde el año 2017 decidieron ser una familia acogente y posteriormente se esmeraron en cumplir con todos los requisitos exigidos y procedimientos legales para la adopción.

“Siempre he creído que donde come uno, comen todos, por eso no sentimos ningún temor para cumplir con las responsabilidades. Desde el primer momento nos esforzamos para ofrecerles vivienda, educación, atención médica, vestimenta, y esparcimiento conforme a su edad” dijo Silvia.

Asegura que ven en ellos cambios favorables, son más seguros de sí mismos, son estudiosos, la niña sueña con ser médico y el hermano veterinario. “Nosotros como pareja, estamos más unidos y fortalecidos” reiteró.