Comisión Arquidiocesana de Catequesis
La Iglesia doméstica hoy más que nunca ha cobrado su valor dentro del cultivo de la Fe en medio de los retos sanitarios de nuestro tiempo. También se escuchan voces de contradicción que la critican, entre tantas voces puede surgir la confusión. Recordemos a Jesús: la barca, la playa, las redes, la tempestad, las olas, la llamada a ser pescadores de hombres y la invitación-mandato de Jesús: “Navega mar adentro”, para cada persona, en especial los catequistas, esa palabra del Señor es una invitación a embarcarse con Él, emplear los remos de la decisión, la constancia, la voluntad, los pequeños compromisos de cada día, para servir en medio de cualquier situación con la tranquilidad del que vive la comunión de la Iglesia porque sabe en quién ha puesto su Fe.
En este mar que nos ha tocado navegar, se hace absolutamente necesario retomar la dimensión social de la catequesis para remar en dirección del Reino de Dios y servir a la Iglesia valorando también la Iglesia doméstica. “La Iglesia, guiada por el evangelio de la misericordia y por el amor al hombre, escucha el clamor por la justicia y quiere responder a él con todas sus fuerzas’” (Eg 188) en ella el catequista presta sus servicios a todas las personas. El Papa Francisco nos ha invitado a ser “Protagonistas de la revolución de la caridad y el servicio” (CV 174) ser servidores de los pobres, capaces de resistir el individualismo consumista y superficial, ese es nuestro horizonte.
Recordemos que cuando se habla del catequista, se habla ante todo de la comunidad de catequistas, es decir, de los discípulos que comunican con alegría el mensaje de salvación a medida que navegan mar adentro la realidad que viven y su espiritualidad le va a diferenciar de los demás, porque su vida será un testimonio de la presencia de Dios en él.