Antes se acababan los boletos, y muchos quedaban con ganas de asistir. Ahora abundó la oportunidad y miles pudieron orar y brindar por los futuros sacerdotes
Eduardo Soto P. / FOTO Omar Montenegro
Panamá, un pueblo que ama a su clero. A pesar que algunos quieran hacer leña de uno que otro árbol caído, los panameños dan todo por sus pastores, y por el Seminario Mayor donde se forman.
Si alguien necesitaba pruebas de esta afirmación, la Quincuagésima Cena de Pan y Vino (celebrada de forma virtual el pasado 16 de septiembre) puso sobre la mesa el argumento madre.
Todo un acontecimiento
Impresiona que una semana antes del evento se habían agotado los “kits”, consistentes bolsa con pan y vino que las familias adquirieron para celebrar frente a las pantallas de televisión o desde su computadora o teléfono móvil.
En medio de una pandemia que ha frenado la economía del mundo, suceso al que Panamá no es ajeno, familias enteras se volcaron para dar su aporte al Seminario Mayor San José
Cuando era presencial, la capacidad de los salones era limitada. Esta vez, más de seis mil familias se hicieron de un “kit” que les pemitió brindar desde la comodidad de su casa, y se triplicó el ingreso.
Interacción
Y hay más. Durante la transmisión de la Cena de Pan y Vino – que tuvo como escenario central el auditorio Benjamín Ayechu, en el edificio de Postgrado de la Universidad Santa María la Antigua- cientos y cientos de fotos fueron enviadas como testimonio de adhesión a los muchachos del seminario. Muchos aprovecharon para dar testimonio de amor a sus párrocos y a sacerdotes que les han ayudado.
Según reportes, el número de fotos y mensajes recibidos durante la transmisión supero los dos mil.
Fue una noche que despertó muchas emociones y sirvió para dejar muy claro algo que se sabía: una gran cantidad de panameños no ha sucumbido a la mala prensa en contra del clero católico, y mantiene intacto su afecto y respaldo a la Iglesia.
“Necesitamos más Anas”
Uno de los primeros testimonios de la noche lo aportó Ana Quintero de Leguizamo, nonagenaria y elegante mujer que acompañó a monseñor Marcos Gregorio McGrath durante las primeras Cenas de Pan y Vino que se realizaron.
Ella explicó que Monseñor trajo la idea de Colombia, donde acudió a una actividad llamada “Cena de Pan y Agua”. Corría el año 1971. El concepto le atrajo tanto que ese mismo año organizó algo parecido, pero cambió el agua por vino.
“El 13 de noviembre de ese mismo año se celebró la primera Cena, y fue en el Club Unión (…) fue todo un acontemiento”, dijo doña Ana, quien desde 1971 ha permanecido como una voluntaria de la Cena de Pan y Vino y toda actividad relacionada con el apoyo al Seminario Mayor.
“Hay que ayudar a esos muchachos. Ellos, mientras estudian, necesitan alimentos, libros, un techo, ropa”, testimonió. Por eso Ana siempre está pendiente de enviar ayuda al Seminario.
Padre Oriel
Un testimonio estremecedor fue el sacerdotal, a cargo del padre Oriel Concepción, actual director de Radio María.
Pero antes de que su voz fuera referente en esta icónica emisora, el padre Oriel se la pasaba monte adentro, “desafiando al mar, a los ríos y a la montaña”, dijo.
Fue su formación en el Seminario Mayor lo que le sembró en el pecho el ave de la misión.
“Si no voy a ser servir, ¿para qué ser sacerdote?”, dijo el padre Oriel, quien añadió que Radio María no estaba en sus planes, entendiendo que “nuestros planes no siempre son los planes de Dios”.
“Dios, a través de su Iglesia, me pidió estar aquí en Radio María, y desde aquí llevar Su Palabra al corazón de la gente”, añadió.
Emociones
Dos testimonios adicionales, pero no accesorios, los aportaron la hermana Margarita María García Solís, desde el convento de clausura de la Visitación, quien con una sonrisa en sus labios contó que un pretendiente fue quien le dijo: “tú quieres a alguien que te ame para siempre, y eso solo lo puede hacer Dios”. Eso bastó para que empezara a buscar una orden religiosa dónde ingresar.
En suy casa, dice la hermana, se vivió siempre un ambiente agradable, lleno de amor y de Dios. «Por lo que viví en mi casa paterna, me quedé con el gusto de la ternura de Dios», y eso le ayudó a decirle «sí» al llamado del Padre.
El otro fue el del seminarista Fernando Suárez, un chorrerano quien recibió el llamado en un Encuentro de Renovación Juvenil de Chitré, y tiempo después, siendo estudiante de ingeniería electromecánica, volvió a escuchar la voz de Dios que le decía: “Ven y di lo que te mande”.