“No podemos ceder a los falsos profetas que todo lo toleran, con tal de quedar bien con cierta opinión pública, sino ser fieles al plan de Dios sobre el matrimonio, y a la vez muy sensibles a los sufrimientos de las personas. Tampoco hemos de ser fariseos legalistas y condenar lo que no concuerda con nuestro tradicional modo de pensar, sino ponernos en el lugar de esas personas y ayudarles como lo haría Jesús”. Con esta reflexión del obispo de San Cristobal de las Casas, Mons. Felipe Arizmendi Esquivel, del 9 de agosto de 2014, podemos contextualizar la situación de las familias en la actualidad y definir cuál debe ser la actitud de quienes nos llamamos cristianos católicos ante las graves amenazas que atentan contra el matrimonio y la familia.
No en pocas ocasiones el Papa Francisco ha advertido sobre las colonizaciones ideológicas que destruyen a la familia y en la urgencia en hacer una regeneración moral y espiritual porque nuestros chicos, los más pequeños, empiezan a oír estas ideas extrañas, que envenenan el alma y la familia, y no podemos permanecer inmóviles sino actuar en contra de esto, porque “hacen mucho daño y destruyen una sociedad, un país, una familia”.
En nuestro país actualmente se cierne una nueva amenaza. La sociedad panameña se debate ante la espera del dictamen oficial de la Corte Suprema de Justicia, sobre la unión de personas del mismo sexo. Han sido muchas las voces que abogan por salvaguardar el matrimonio entre el hombre y la mujer tal como se consagra en la Constitución y en el orden natural de la humanidad.
¡Ni discriminación ni homofobía!
Quienes quieren imponer al resto de la sociedad sus comportamientos contrarios a la naturaleza humana, señalan que son discriminados y sus derechos no son respetados. Para la Iglesia Católica no existe una discriminación hacia las personas que tienen atracción por el mismo sexo. Siempre hay una respuesta de misericordia y respeto a la dignidad de todas las personas sin excepción ni discriminación.
En este sentido el cardenal José Luis Lacunza ha advertido recientemente que respeta el derecho de los homosexuales, bisexuales y no discrimina a nadie por sus inclinaciones sexuales ni por sus orientaciones religiosas ni políticas, pero cada uno debe ser coherente y consecuente con su fe.
Esto lo deja bien claro el Papa Francisco en su Exhortación Apostólica Amoris Laetitia al decirle a los fieles cristianos que deben resistirse al riesgo de revelarse contra Dios: “No caigamos en el pecado de pretender sustituir al Creador. Somos criaturas, no somos omnipotentes. Lo creado nos precede y debe ser recibido como don. Al mismo tiempo, somos llamados a custodiar nuestra humanidad, y eso significa ante todo aceptarla y respetarla como ha sido creada”.
Por su parte, el Presidente de la Alianza por la Vida y la Familia, Dr. Juan Francisco De La Guardia, señala que las actuaciones en la defensa de la familia de ninguna manera, tratan de discriminar personas, lo que “rechazamos son comportamientos e ideologías antinaturales”.
Hoy estamos llamados a defender la familia porque estamos enfrentándonos a un monstruo liderado por los grandes capitales, a través de la ONU, la OEA y otras entidades que tratan de imponer en Panamá una “ideologia del género”, que tiene como premisa que el género no corresponde al sexo, sino a una construcción social y ya hay reportados cerca de 112 géneros; además pretende tener acceso libre a los niños para poder adoctrinarlos como pasó y pasa en los países comunistas, y para eso tienen que limitar la patria potestad y convertir a la familia en un mero lugar de acogida.
Amar al pecador no el pecado
El Magisterio y algunas intervenciones de carácter formal e informal del Papa Francisco muestran claramente la verdad sobre este tema desde la perspectiva de la fe católica, pero de manera categórica ha señalado que en la pretensión de algunos lobbies y grupos de presión política o social de equiparar la unión matrimonial a otra serie de uniones para que sean acogidas en el paraguas del concepto “familia”, “es inaceptable que las iglesias locales sufran presiones en esta materia y que los organismos internacionales condicionen la ayuda financiera a los países pobres a la introducción de leyes que instituyan el “matrimonio” entre personas del mismo sexo»”.
“Para la Conferencia Episcopal Panameña, la promoción y la defensa de la institución familiar es una misión y preocupación permanente, no solo cuando está amenazada por sectores que quieren imponer una ideología que va contra la naturaleza humana sino también en las situaciones difíciles para su desarrollo”.
Y añade que: “Afirmar que la defensa de los valores de la familia es discriminar o que por ello se es homofóbico, es distorsionar la verdad. La familia y el matrimonio se consagran en la Constitución Nacional, pero, además, anteceden a la religión, al Estado y a sus leyes, “imponiéndose” a ellos, tal cual son, en virtud de su intrínseca fuerza y belleza. No es una defensa que parte únicamente de la Iglesia sino de toda la sociedad preocupada por la deformación a la que quieren someterla.