Cuando se piden con intensidad los siete dones que provee el Espíritu Santo, realmente ayudan a la familia a llevar a cabo de mejor manera su función, todos encaminados a lograr su misión.
Por Marianne Colmenárez
Todo creyente sabe que hoy se vive un momento sumamente importante dentro del calendario litúrgico, muchas familias católicas apenas interiorizan en su significado, reconociendo lo trasformadora que puede ser la celebración de Pentecostés para cada una de las personas que viven en casa, su Iglesia doméstica.
Para la familia Campbell Zaldivar la celebración de Pentecostés es la oportunidad que tienen para abrir las puertas y dejar que el soplo divino entre a su hogar y en los corazones de sus familiares.
“Desde que inicié mi conversión o mi regreso al camino de la fe, Dios me guía para vivir a plenitud cada momento o tiempo que nos ofrece la Iglesia; tanto individualmente como en familia. Más allá de ir a la celebración eucarística con mi esposo e hijas, que aún son niñas, aprovecho para organizar algo especial en casa” afirma Ritela, mamá de Guadalupe y María.
Explica que ella y su esposo Daniel son tripulantes de cabina, por lo que se pasan viajando; por esta razón aprovechan al máximo el tiempo cuando están en casa. “Les enseñamos de una manera sencilla y dinámica sobre la figura de Jesús, como guía de nuestras vidas y desde la Pascua esperamos la llegada del Espíritu Santo y los dones que nos trae como regalos” dijo.
“Como madre le pido al Espíritu Santo sabiduría para saber educar cristianamente a mis niñas, también le pido fortaleza para enfrentar las vicisitudes de la vida matrimonial y así sucesivamente voy pidiendo que derrame en nosotros cada don, tal como lo hizo con los discípulos” manifestó.
Carlos Herrera, laico comprometido, psicólogo clínico y orientador de familias explica que, así como a los discípulos, Jesús también envía su santo Espíritu a cada uno de nosotros para que seamos profetas de esperanza para el mundo.
“No hay mejor forma que iniciar desde nuestro propio hogar, recibiendo al Paráclito” aseguró.
Para Herrera la vida íntima de todas las familias se puede impregnar de los dones y de los frutos del Espíritu Santo, solo si los padres junto con los hijos, invocan en todo momento de alegría o de dificultades al Paráclito del Señor.
“Ante cada decisión o ante cada paso importante que debemos dar, recomiendo abandonarse en sus manos y pedir su intercesión. De alguna manera nos enseña por dónde empezar, qué caminos tomar y cómo caminar”.
La abundancia de bienes celestiales que resultan de la presencia del Espíritu Santo dentro de un núcleo familiar se manifiesta de muchas maneras, sobre todo dando unidad y coherencia al grupo y una convivencia a nivel humano y espiritual, que permite que cada quien crezca en gracia y en sabiduría.
Una oportunidad más
“Pentecostés en un tiempo que nos invita a renovar los dones que hemos recibido y la misión que el Señor no da, pero de un modo muy especial en la familia, que es aquella que debe promover la fe y la vida del espíritu en los hijos” destacó Monseñor Rafael Valdivieso, presidente de la Conferencia Episcopal Panameña y responsable del Consejo Nacional de Familia y Vida.
Asegura que todo creyente debe vivir esta fiesta como un gran acontecimiento en su parroquia, pero sobretodo en esa iglesia pequeña que es la familia.
El Obispo exhorta a los padres de familia hacer de esta celebración, un día que recuerden sus hijos.
“Sientan ese valor de dejarse llevar por la acción del Santo Espíritu, que les alimenta, fortalece y les anima. Les aseguro que dónde vayan darán testimonio del Señor Resucitado, se convertirán en instrumentos de paz, reconciliación, fraternidad, fortaleza y de este misterio que se manifiesta en ellos”.
Enfocados en la misión
Explica la necesidad de que papá y mamá ayuden a que sus hijos desde muy pequeños para que sean conscientes de ese regalo de Dios que han recibido desde el bautismo, ese don que les da conocimientos y las herramientas necesarias para la vida.
“Ellos son capaces de entender que podrán dejarse llevar por ese espíritu y ser instrumento en el mundo, que siempre cambien tristezas o angustias en amor, esperanza y alegría” resaltó.
En la solemnidad de Pentecostés se recuerda ese momento en el que Jesús vino a renovar la humanidad, y esa humanidad se renueva a través de la fuerza y esa acción de ese espíritu que es la misma vida de Dios en el corazón de los creyentes.
Aunque el Espíritu Santo ha estado obrando desde el principio formando la creación (Génesis 1: 1), a través de la venida del Espíritu Santo sobre la Iglesia, Él forma una nueva creación en Cristo.
Como dice el Catecismo»El Espíritu Santo, que Cristo la Cabeza derrama sobre sus miembros, edifica, anima y santifica la Iglesia …» (CCC 747).