Espiritualidad del Adviento y perspectiva de futuro

Espiritualidad del Adviento y perspectiva de futuro

Con frecuencia, el ser humano vive anclado en el pasado (nostalgias, errores, heridas de hace tiempo…) o se siente obsesionado y agobiado por los problemas y las preocupaciones del presente. Algo muy explicable, pero poco positivo. Por supuesto que el pasado forma parte de nuestra realidad y el presente nos exige acciones concretas: ¡pero ni el pasado ni el presente nos pueden impedir mirar hacia el futuro! Porque eso nos empobrece y nos deshumaniza. Lo verdaderamente humano es mirar hacia adelante, caminar y progresar siempre, planificar el futuro, estar abiertos e ilusionados ante la novedad y el cambio. En eso nos distinguimos de las cosas y los animales.

Cada año, en Adviento, la Iglesia nos invita en nombre del Señor a mirar al futuro, y a mirar al futuro sin miedo y con esperanza. Eso nos distingue (¡o nos debería distinguir!) de los no creyentes en el Señor resucitado y la Historia de la salvación. Por desgracia no siempre es así. Pareciera que sufrimos con frecuencia una especie de fijación en el pasado (orgullo de lo que hicimos en otras épocas, culpabilidad por antiguos errores, miedo e inmovilismo ante cualquier cambio por mínimo que sea…) o absorbidos por el presente (siempre ocupados y preocupados, estresados, incapaces de descanso y contemplación, sin perspectiva ni capacidad de evaluación ni planeación…).

Recuperar la perspectiva de futuro, la creatividad y la apertura ante lo nuevo, la esperanza activa que nos impulsa siempre hacia adelante confiados en Dios y dando lo mejor de nosotros mismos: ¿no sería todo esto también una gran riqueza y gran gracia de Dios, uno de los mejores y más necesarios propósitos de Adviento, una lógica consecuencia de la esperanza cristiana? Porque sin esta actitud es de temer que el Adviento sea estéril, nuestra conversión imposible, y nuestras proclamas de vida nueva y de nueva evangelización se reduzcan a simple retórica.

La perspectiva de futuro es la perspectiva cristiana. No lo podemos olvidar nunca, y menos en tiempo de Adviento y Navidad:

• ¿Qué espero yo cuando espero la Navidad? ¿Unos días feriados? Pasarán pronto… ¿Una comida de fiesta? Todo acabará con la digestión… ¿Una reunión familiar y unos regalos? Se acabará la reunión y se gastarán o ajarán los regalos… ¡Todo eso es bueno, pero no es lo más importante!

• Un cristiano celebra todo eso, pero celebra sobre todo el misterio de la Navidad. No podemos dejar que nada ni nadie nos robe lo más importante, el verdadero espíritu de la Navidad, tantas veces y de tantas maneras olvidado o falsificado.

• Navidad, ¡DIOS CON NOSOTROS! (eso significa Emmanuel). Nuestro DIOS no es como un gobernante, ni como un policía, ni como un vigilante, ni como un anciano  serio… Es como ese Niño que sonríe en el pesebre, todo ternura y amor.

• Nuestro Dios es un Dios CON: No está allá arriba, lejano e indiferente a nuestra vida; es un Dios cercanos, que nos acompaña en el camino, que suda cuando trabajamos, goza cuando reímos y sufre cuando lloramos.

• Nuestro Dios es un Dios con NOSOTROS: no conmigo. Quiere comunión, familia, fraternidad, solidaridad…En la sociedad y en las relaciones humanas, en la Iglesia y sus comunidades, entre todos y en todo.

• Nuestro Dios es un Dios que nos acompaña así siempre, y nos invita a CAMINAR MIRANDO AL FUTURO. Un futuro mejor, fruto de la acción del Espíritu Santo y también de nuestra respuesta y colaboración.

Un futuro mejor por nuestra conversión personal, la renovación de nuestra Iglesia, nuestro compromiso por trabajar junto a todos los hombres y mujeres de buena voluntad por un mundo en paz, justicia, libertad, verdad y amor.