Espiritualidad y patria

Las fiestas patrias, tan importantes y celebradas en Panamá, nos ofrecen la oportunidad de una reflexión sobre la relación entre patria y espiritualidad. Comencemos por aclarar que esa relación existe, por supuesto, y debe existir. A no ser que confundamos espiritualidad con “espiritualismo” vacío e intimista, la espiritualidad cristiana, que nace del Evangelio recibido y vivido con fe, tiene mucho que ver con la vida, la realidad, la historia, y toda la complejidad que implican: relación con Dios, con los demás y conmigo mismo; actitudes ante la familia, el trabajo, la economía, la política, los medios de comunicación social; valores y criterios fundamentales de la cultura…

No se puede, entonces, pensar en la espiritualidad sin pensar también en la patria; ni pensar en la patria al margen de la espiritualidad. Y al plantearnos este tema, seguramente todos estaríamos de acuerdo en afirmar que para los cristianos el amor a la patria es algo fundamental, tanto como el amor a la familia o a la madre. Es muy cierto, pero es preciso entenderlo bien. Lo que exige profundizar en lo que significa la patria y, sobre todo, no confundir patriotismo con “patrioterismo”. Les invito a detenernos en esta doble reflexión.

“La Patria es el recuerdo… Pedazos

de la vida / envueltos en jirones

de amor o de dolor; / la palma

rumorosa, la música sabida, / el

huerto ya sin flores, sin hojas, sin

verdor…”, (R. Miró)

La patria no es sólo un territorio, es vida, historia, naturaleza, cultura, amor y dolor, es presente, pasado y futuro… Pero es sobre todo las personas, las relaciones humanas, la organización de la convivencia, los derechos humanos, la búsqueda del bien común. Es sentirse y ser “panameño”, en casa, cercano y unido a los demás, constructor en fraternidad de un proyecto común, defensor de la paz y la vida digna para todos sin excepción. Es “tierra, techo y trabajo”, en el orden material, y es “presencia, comunión y misión” para construir un futuro mejor, como Francisco ha sintetizado en varias ocasiones y hablando en diversas naciones.

También el Papa ha advertido de los peligros de un amor a la patria exagerado y desviado, que confunde el patriotismo con el “patrioterismo”, que se transforma en exclusión e incluso en odio a los demás, que conduce a un nacionalismo cerrado y conflictivo, que construye muros y fomenta el racismo y la xenofobia, rechazando al que es diferente y culpando de todos los

males al extranjero.

¿Cómo es el patriotismo panameño? ¿Cómo se entiende? ¿Desde la tradición cristiana de nuestro pueblo que inspira fraternidad, ayuda mutua, compartir en lo material y lo espiritual, respetar los valores humanos de nuestra cultura?

Todas las culturas tienen aspectos positivos y otros que deben mejorarse. El pueblo panameño tiene, con razón, fama de ser un pueblo unido, noble y acogedor; alegre y con sentido comunitario. Pero al mismo tiempo no deja de sentir la tentación de actitudes poco humanas y poco cristianas.

Como el olvidar que Dios creó el mundo y las fronteras las inventamos nosotros. Como “el yo soy así”, que intenta justificar cualquier defecto inaceptable. Como el dejarse llevar por el consumismo materialista del “goza la vida panameño”. Como el paternalismo de que los demás, Dios o el Estado (antes los “gringos”) son quienes tienen que resolver los problemas. Como el “Panamá para los panameños”. Como el desprecio mal disimulado con el que a veces hablamos de negros, chinos, cholos o indios…

Que en el mes de la Patria retomemos nuestros más auténticos valores humanos y cristianos. Que desenmascaremos el falso patriotismo contaminado por el “patrioterismo” o por intereses egoístas e ideológicos. Que fomentemos el auténtico amor a la patria y el verdadero patriotismo. Quizás, además de la alegría optimista y la oración sincera, podemos celebrar este mes preocupándonos de algunos aspectos concretos, y ayudando a que mejore nuestra Patria:

– La inequidad económica, injusta distribución de la riqueza, una de las peores de América Latina.

– El porcentaje de niños nacidos fuera de un matrimonio estable, verdadera hipoteca para el futuro de la familia y la sociedad.

– El irrespeto a la naturaleza y a los pueblos originarios, por la deforestación y los proyectos mineros e hidroeléctricos que anteponen intereses comerciales al bien común.

– La corrupción generalizada, especialmente grave cuando se apodera de la administración de la justicia.

– El cáncer de la Asamblea, en cuyas manos no puede dejarse de ningún modo la reforma constitucional.

– Los problemas de educación, sanidad, alimentación, agua, violencia y seguridad

– Las crisis migratorias y el desafío de la integración intergeneracional.

¡Viva Panamá, que amemos de verdad nuestra Patria y que Sta. María La Antigua interceda por nosotros!