Evita los excesos, recuerda cuál es el centro de estas fiestas navideñas

Es mucho lo que los medios de comunicación publican sobre la Navidad, tal pareciera que les interesa presentar el nacimiento de

Cristo como un acontecimiento único, especial para la humanidad. ¿Es ése su interés? Por supuesto que no, la gran mayoría se refieren a la Navidad invitando al consumo de aquello que no necesitamos y luego para muchos se vuelve una necesidad y cuando no se obtiene, una tragedia o una verdadera desgracia.

Lamentablemente en eso ha llegado a convertirse la Navidad para mucha gente, en un consumismo exacerbado, alienante,

enfermizo, que separa a la persona de su realidad y la conduce a un mundo de fantasías y falsedades, haciéndole perder el sentido de su misma vida.

Todo pareciera indicar que la Navidad se ha convertido en una industria, y no en una fiesta para dar gozo al alma.

¿Qué hacer?

Dicho todo esto, ¿cómo pasar una feliz Navidad? “El consejo es la armonía”, señala el psicólogo Alejandro Armendáriz, quien añade: “Disfrutar aquello que tenemos. Si queremos hacer un balance, hacerlo, pero no tiene que ser justo ese día. Tratemos de que sea un momento para estar felices de estar vivos, de llevar adentro a aquellos que se fueron y poder crear un terreno de esperanza. Y, como dice la frase del brindis, levantar la copa por la vida”.

Intentemos dejar a un lado nuestras decepciones personales, si las hubiera, para recordar la esencia cristiana de la fiesta de Navidad. ¿Nos reunimos para disfrutar de la compañía y dar apoyo al que esté en una mala racha o para hartarnos de comer y que nos den regalos?

Pongamos en el centro de la celebración nuestras verdaderas prioridades vitales y transmitamos este mensaje a los niños: ¡estamos felices de poder ir a misa juntos, de compartir una comida y de disfrutar en familia!