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La familia debe trabajar por el bien común y por una sociedad mejor

La familia debe trabajar por el bien común y por una sociedad mejor

La Campaña Arquidiocesana invita a una conversación espiritual sobre cuatro temas, como un instrumento para animar el discernimiento comunitario. Consta de tres características: escucha activa, receptiva y compartida.

 

Redacción

Bienvenidos a este encuentro fraterno, para orar, compartir y caminar juntos hacia la iglesia que soñamos.

Este año el plan pastoral nos invita a vivir el valor de la mutua colaboración y participación, para descubrir con gozo el valor del   compromiso al bien común.

¿Qué es la colaboración mutua? Es la acción que se da cuando dos o más personas, comunidades o instituciones, trabajan juntas de manera cooperativa, compartiendo recursos, habilidades, conocimientos o esfuerzos para lograr un objetivo común.

 

Hecho de vida

La familia, conformada por Manuel y Josefina y sus 5 hijos, era muy pobre, ni el padre ni la madre tenían trabajo, pero tenían amor y fe de que algún día todo cambiaría.

Erika, una, de las hijas más pequeñas, siempre por la noche veía un lucero y pensaba: “pobre mi familia, por favor lucerito que mi padre encuentre trabajo”.

Los padres no paraban de buscar trabajo. Un día, la inmensa alegría llegó a la familia:  Manuel encontró trabajo como agricultor. Manuel trabajaba mucho todos los días. Cuando llegaba a casa, Josefina y sus hijos le esperaban muy contentos. Fueron ahorrando hasta que pudieron comprar una tienda donde vendían verduras, frutas, pan…gracias a Dios y al pequeño lucerito, el deseo de Erika se había cumplido y todo empezaba a cambiar.

Marina era la hija mayor, como era la única que iba al colegio, enseñaba a sus hermanos lo que sabía. Los hermanos gemelos Dani y Laura se encargaban del bebé Marcos además, Josefina, la mamá, también encontró trabajo. Pasaron los años, los hijos fueron creciendo y entre todos ahorraron mucho dinero y abrieron un restaurante que se llamó “Restaurante de la Alegría”; un día hicieron una gran fiesta en el restaurante e invitaron a todas las personas que les habían ayudado cuando eran pobres. Se dieron cuenta de que, aunque antes no tuvieron cosas como otros niños, habían sido muy felices por el amor de sus padres y la colaboración de unos con los otros.

A las doce de la noche Erika se asomó a la ventana y dijo: gracias por todo lo que has hecho lucerito…

 

Dialoguemos:

¿Qué valores identificamos en este relato?

 

Veamos la Palabra de Dios: Efesios 6, 1-4

CONVERSACIÓN EN EL ESPÍRITU: una dinámica de discernimiento en la iglesia sinodal.

Confiándose al Padre, conversando en la oración con el Señor Jesús y escuchando al Espíritu Santo, cada uno prepara su propia aportación.

¿Cómo debería ser la vida familiar para asumir los valores identificados en el hecho de vida?

Inicio de la conversación espiritual.

 

Contemplación y canto: yo tengo fe

La familia es el lugar del encuentro, del compartir, del salir del sí mismo para acoger a los otros y estar cerca de ellos. Es el primer lugar donde se aprende a amar (papa Francisco).

La familia consiste en personas que viven bajo el mismo techo: padres, hermanos, abuelos, parientes, etc… ¿siento un verdadero amor por cada persona de mi casa?, ¿cómo hacer de tu hogar un lugar donde puedas decir a los demás “mi casa es tu casa?”. Donde se vivan las actitudes de fe, comprensión, colaboración mutua, y la unidad que vivieron José y María cuando buscaron a Jesús perdido por tres días…oremos unos momentos en silencio y después un canto apropiado.

 

Compromiso

  • Que Dios y nuestro Señor Jesucristo sean los primeros orientadores en nuestro hogar.
  • Crear en nuestro hogar un clima de diálogo y colaboración mutua para el bien de nuestras familias.
  • Leer y meditar la palabra de Dios con nuestros hijos, rezar juntos para que el amor de Dios crezca en los corazones de cada miembro de las familias.
  • Que las familias trabajemos juntas para el bien común y crear una sociedad mejor, que permitan familias sanas y felices.