En medio de la enfermedad, nosotros también podemos compartir con Cristo nuestro desconcierto, nuestras preocupaciones y nuestras desilusiones; podemos escuchar su Palabra que nos ilumina.
Por Karla Díaz
La Jornada Mundial del Enfermo, instituida en 1992 por San Juan Pablo II, tiene un especial significado este año debido a la celebración del Jubileo de la Esperanza. El papa Francisco hace especial énfasis en tres puntos: encuentro, don de la gracia y compartir.
Para el padre Marlo Verar, responsable de la Pastoral de Salud a nivel Arquidiocesano, todos debemos centrarnos en hacer realidad estos puntos, con nuestro prójimo doliente y en nuestra vida diaria.
“Lo primero que debemos hacer es leer el mensaje y reflexionarlo, empezando por los sacerdotes, hacer alusión a él, y fortalecer el mensaje en nuestros grupos en torno a la jornada, ya que si vivimos en una sociedad de gustos y placeres, mirar a Cristo en la situación de los enfermos nos va a costar”, dijo el sacerdote.
Precisamente mirar ese rostro de Cristo cuesta, dice el padre Marlo, porque vivimos en una sociedad donde la Cruz la hacemos a un lado, por lo que necesitamos un reencuentro con el tema del dolor, del sufrimiento, para poder asimilarlo, integrarlo y educarnos.
¿Cómo hacerlo en el marco de la jornada?
El responsable de la Pastoral de la Salud exhorta a que en todas las comunidades se hagan misas por los enfermos; que en las parroquias haya formación, que los grupos de Pastoral de la Salud se formen.
“Otras iniciativas pueden ser actualizar los censos de adultos mayores y personas enfermas en las parroquias, promover nuevos agentes, realizar más visitas, y durante este año, programas peregrinaciones a los templos jubilares”, puntualizó el padre Verar.
Encuentro, don de la gracia y compartir

En nuestra iglesia son muchos los testimonios que desde hace mucho realizan una especial misión con los hermanos enfermos, haciendo vida el encuentro, don de la gracia y compartir.
Uno de ellos es el de la Dra. Analissa del Carmen Samaniego De León, Médico General, que realiza trabajo voluntario en el Hogar Kkottongnae, un hogar de ancianos, obra de misericordia de la Iglesia católica que brinda esperanza a adultos mayores en abandono.
Fue gracias al padre coreano Namhyun Yun, mejor conocido como Santiago, que conoció sobre la obra, pues el sacerdote siempre les hablaba de ello, cómo iban a las calles, y brindaban comida a estos ancianos abandonados.
“Un día, el padre dijo que ya tenían un lugar físico en donde iban a atender a los ancianos y me llamó mucho la atención, sobre todo por el amor con el que el padre se expresaba de la misión; reflejaba alegría, pasión y eso me contagió”, dijo.
Fue cuando decidió ir a conocer el hogar y ver en qué podía colaborar. Ya había allí dos abuelitos, por lo que la médico se cuestionaba sobre su situación de salud, si había algún conocimiento de enfermedades que podían sufrir o si tomaban algunos medicamentos.
Como son personas de la calle, abandonados, no se tenía información alguna, por lo que la Dra. Analissa se puso manos a la obra y con ayuda del sacerdote creó un expediente clínico de cada uno. Además, les hacen exámenes generales de laboratorio, y se les mide la presión, el azúcar, y se identifican algunos problemas del corazón, de los riñones y demás.
“Con ayuda de varios colegas nos encargamos de realizar una evaluación, se les programa sus laboratorios, exámenes de orina, heces, electrocardiograma, radiografía, y se inicia con los medicamentos. Los ven geriatras, endocrinólogos, y logramos conseguir con una colega el servicio de odontología, todos al servicio de los más necesitados”, dijo la doctora.
¿Por qué lo hace? simple, para la doctora Analissa el amor y la pasión que le transmitió el padre Santiago, por esta obra, la hizo ver a Cristo sufriente en el rostro de cada anciano.
“Ellos, en medio de sus tristezas, de sus enfermedades, de su realidad, siempre buscan la manera de sonreír, no se quejan, cantan, bailan y agradecen a Dios, lo que me hace pensar que con Dios podemos superarlo todo, sea cual sea nuestra situación”, puntualizó.
Un Sí a la vida hasta el último instante
Las Hermanas de la Congregación Siervas de María, Ministras de los Enfermos fundadas por Santa María Soledad el 15 de agosto de 1851, también realizan una hermosa misión, haciendo vida el mensaje del Papa para la Jornada de los Enfermos de este año.
Ellas se encargan del cuidado de los enfermos en sus propios domicilios o en hospitales o centros en donde se encuentren. Lo hacen durante la noche, las horas más críticas para el enfermo, pero también durante el día.
“Nuestro apostolado es dando preferencia a los más graves, a los pobres, sin distinción de raza, condición social, lengua o religión. Somos enfermeras de profesión, y la formación es primero espiritual y después corporal para poder dar un cuidado integral, cuerpo y alma”, dijo Sor Sandra Saldarriaga.
No hay requisitos específicos para solicitar el cuidado de un enfermo, solo sé hace una pequeña visita al hogar de la persona para conocer el caso y la situación real en la que vive.

“Si necesitan que lo bañemos, que hagamos el aseo de la persona, que se le administre medicamento, nosotros lo hacemos, pero también atendemos la parte espiritual, nos preocupamos porque reciban los santos óleos para que se pongan en paz con Dios, y también incluimos a las familias en todas las etapas de la enfermedad”, dijo la hermana Sandra.
Para la religiosa, el mensaje en esta Jornada Mundial del Enfermo es que la enfermedad y la muerte no tienen la última palabra, sobre todo, que no es un castigo de Dios, porque cuando llega la enfermedad se vive un momento de gracia para la persona y la familia.
“Es un momento doloroso, pero importante para la persona, para hacer las paces con Dios, con uno mismo y con la familia para que en medio del dolor brille esa luz de la esperanza”, finalizó.

Para conocer más sobre la obra Siervas de María pueden llamar al número de contacto 6911-8630 o 223-1170.