Después de siete años de formación, y con apenas 25 años, la joven se entrega para vivir enclaustrada en el monasterio de La Visitación en Panamá.
Adaluz Sanjur/[email protected]/FOTOS Omar Montenegro
Un sí… Fue un sí definitivo el que se escuchó en la fiesta de la Asunción de la Virgen María. Se trataba de la Profesión de Votos Solemnes de la hermana María de Chantal Solís.
Con su velo blanco, y sus manos disimuladas en su hábito negro, entraba a la capilla del Monasterio de la Visitación de Santa María en Las Cumbres, acompañada de la Madre Superiora y de la Hermana Maestra, quienes paso a paso –camino al altar– le confirmaban al Arzobispo Monseñor José Domingo Ulloa Mendieta, que esta joven estaba lista para ingresar a la congregación.
PROFESIÓN DE VOTOS
Llegado el momento, Monseñor Ulloa, visiblemente enternecido por el momento, comenzó el interrogatorio:
–“Hermana, ¿Qué pides al Señor y a su Santa Iglesia?”
La Hermana María de Chantal, frente al altar y con voz fuerte, respondió:
– “Yo, María de Chantal Solís, pido la misericordia del Señor y por amor a Dios, nuestro Salvador, la gracia de ser recibida a la Santa Profesión en este Monasterio de la Visitación de Santa María, para consagrar en él toda mi vida, al servicio de Dios y de su iglesia en castidad, obediencia y pobreza”.
Avanzado el interrogatorio, el Arzobispo resaltó en su homilía que consagrarse en el día de la Asunción, debía ser algo especial.
Monseñor Ulloa hizo énfasis en que la profesión perpetua y solemne sería para la Hermana María de Chantal una etapa definitiva que, desde ese domingo 15 de agosto, transcurriría en el claustro del monasterio dedicada a la vida contemplativa junto a su nueva familia, las hermanas Visitandinas.
Postrada ante el altar e implorando la intercesión de los santos y santas de la Iglesia, la imagen era una muestra de amor. La hermana María Solís se vaciaba por completo, para dejarse llenar toda y completamente por la misericordia de Dios.
A esta ceremonia le siguieron la firma de un documento ante el altar, la bendición del Arzobispo y el cambio de velo, porque desde ese momento dejó de usar el blanco para usar el velo negro como signo de su consagración.
HABLA MARÍA
En el locutorio, terminada la celebración, le permiten a la periodista conversar con la nueva profesa, a quien se le hace la pregunta obligatoria: ¿Cómo te sientes?
– “Estoy feliz, estoy feliz, feliz, feliz”.
María no para de reír. “¿Cómo llegaste a este lugar?”, le pregunta la periodista, y ella dice que lo recuerda como si fuera ayer:
– “En el 2013, el párroco, Padre Eusebio Muñoz, nos invitó a una jornada vocacional. Era la semana de vacaciones, y yo estaba en sexto año. Durante la exposición al Santísimo yo le decía al Señor, ‘¿Señor que quieres de mí?’ Pero con unas ansias, con ganas, con una fuerza le decía, dime qué quieres de mí”.
María aseguró que, en esa hora Santa, recibió la respuesta que tanto buscaba, y convencida dice que el corazón de Jesús, en la Eucaristía, operó en ella una conversión. Cuando volvió a casa, nada fue igual, cambió su vida por entero.
Su hermana gemela, Esther Solís, nos dijo que no fue fácil para la familia aceptar la decisión, pero poco a poco Dios fue trabajando en ellos, hasta el momento que sus padres decidieron llevarla y entregarla al monasterio.
Siete años después, su padre confiesa sentirse feliz porque ve a su hija feliz. Dijo que todo padre es feliz cuando una hija se casa con una persona que la quiere bastante. En el caso de María, se ha casado con el más grandioso de todos.