Obstruyeron la vista panorámica hacia el mar de la que disfrutaron por décadas.
Por Martha Tiffer
Un puente vehicular se impone ante el derecho de niños y jóvenes de tener un área de recreación y esparcimiento y, para los adultos, un espacio de relajación.
Era una mañana lluviosa. Este medio hacía un recorrido hacia la Parroquia Nuestra Señora de Fátima en El Chorrillo y se encontró con un panorama dantesco. Basura por todos lados, desbordamiento de aguas servidas que se mezclaban con el agua lluvia y, como consecuencia de ello, olores nauseabundos.
La obra empezó en el 2022, y desde entonces se eliminaron las canchas de juego.
Como corolario, una gigantesca estructura que será un paso elevado vehicular, se interpone entre la vista al mar de la que disfrutaron los chorrilleros por décadas y las canchas de juego que ya no existen.
En ese ambiente, estaban Joaquín, un joven de 20 años, quien reside en la zona y pertenece al coro de la parroquia, y César Gómez, de 23 años, quien nació y creció en el lugar y visita a su abuelo los fines de semana.
Ya no pueden mirar el mar…
Hoy, César recuerda, con tristeza, que cada vez que su “viejito” se levantaba en las mañanas, antes de que se diera la construcción del paso elevado vehicular, se asomaba a la ventana de su apartamento, en el tercer piso del edificio Peonia #2, para observar el mar. Repetía la escena varias veces en el día y se sentía feliz y relajado. Él también disfrutaba de la vista y le causaba un gran sentimiento de paz y relajación. En cambio, ahora, ambos extrañan esa vivencia, gracias a la presencia de esa mole gris y de concreto.
¿Y las canchas de juego?
Joaquín, por su parte, se lamenta de que, antes de ser removidas y eliminadas para la construcción del paso elevado, existían canchas de fútbol, baloncesto, voleibol y una de arena que los niños utilizaban para jugar. De ellas ya no queda nada. Solo la rampa en la que se divierten con sus patinetas. Está ubicada en el límite del cierre del área de construcción, por eso pueden usarla.
Y ahora, ¿dónde juegan los niños?
Arriesgando sus vidas inocentes, los niños toman un autobús que los traslada a Plaza Amador. Es en esta cancha donde niños y jóvenes buscan diversión, pero también se “divierten” cruzando la calle como haciendo “carreritas”, exponiéndose al peligro.
Violencia e inseguridad
Joaquín, con mucha firmeza, dio a conocer que en la cancha de Plaza Amador interactúan niños, jóvenes y adultos. En algunos casos se dan enfrentamientos y riñas tumultuarias, aunque, por lo general, cuentan con vigilancia y presencia policial en el lugar.
Nadie dice nada…
Según César, los residentes se quejan, pero no se atreven a hacer nada al respecto, a veces por temor o resignación. Sin embargo, el clamor de la gente, específicamente del área cercana a la Cinta Costera 3, es tener un espacio de libertad, diversión y esparcimiento, por lo que hacen un llamado a las autoridades para que los escuchen y actúen, a fin de que niños y jóvenes se alejen de las malas influencias y de la violencia imperante en el corregimiento. Solo la Iglesia les brinda actividades para evitar que caigan en vicios.
Este medio hizo varios intentos con la oficina de Relaciones Públicas por obtener información al respecto, por parte de las autoridades del Ministerio de Obras Públicas (MOP), pero no fue posible.