En este mes de septiembre, se unen dos grandes rutas de misión: El Kerigma, el Anuncio de la Buena Nueva, y la Catequesis. Ambas tienen algo en común: La Palabra de Dios, que es el corazón de toda actividad eclesial.
La Palabra de Dios, es más que un simple texto; es el Libro por excelencia que ha contribuido al desarrollo de la historia humana, pues ha tenido un efecto mundial al ser calificado como el “Libro de los Libros”. No cabe duda de que la Biblia se destaca como el más grande Ade los libros en la historia de la literatura Universal. Es cierto que la Biblia es más que una colección de libros, es la Palabra de Dios, es una de las maneras como se comunica Dios con el ser humano en su diario vivir.
Al ser la Biblia, el primer texto impreso en el siglo XV, ha sido el más leído de todos los tiempos, sin interrupciones, pues se ha traducido en cientos de idiomas. Es apreciada y respetada por las grandes religiones. Además, se ha elaborado infinidad de material bíblico y edificado centros especializados que nos permiten profundizar en el estudio de la Palabra de Dios.
En este Libro Sagrado encontraremos tres ideas reveladas de suma importancia: la presencia de Dios, del hombre y del mundo. Es la Historia de la Salvación escrita por inspiración del Espíritu Santo. Una ventana donde apreciamos nuestra propia historia.
De tal manera, es dinámica y siempre actual, tiene la fuerza de renovar los corazones e impactar en la misma historia. Es por ello que los cristianos católicos debemos leerla diariamente, meditarla y además de ello, el Papa Francisco nos invita a una actitud orante: “Pero no olviden que debe acompañar la oración a la lectura de la Sagrada Escritura para que se entable diálogo entre Dios y el hombre; porque a Él hablamos cuando oramos, y a El oímos cuando leemos las palabras divinas”. (Cfr. D.V. 25)
Sin embargo, el gran libro abierto para todos, carta inspirada y compartida del Padre, la Palabra Encarnada en la historia, es la guía para que sus hijos no equivoquemos el camino. Nos compromete, e invita a seguirle con los mismos gestos humanos que asumió por amor y para rescate de muchos, hasta entregarse por nosotros en la Cruz y ser resucitado.
Por consiguiente, es la tarea hoy de la Iglesia, asumir el compromiso de salir y anunciar la Buena Noticia, la novedad, como nos los dice el pasaje de la Primera carta de San Juan: “Lo que hemos visto y oído, se lo anunciamos también a ustedes” (I Jn. 1,3)
La Iglesia, que proclama cada día la Palabra, afirmó el Obispo de Roma, recibe nutrición e inspiración, se hace beneficiaria y testimonio excelente de esta eficacia y potencia innata en la misma Palabra de Dios (Cfr. Dei Verbum 21). El Papa Francisco continúo diciendo, No somos nosotros ni nuestros esfuerzos, sino el Espíritu Santo quien obra por medio de aquellos que se dedican a la pastoral y hace lo mismo en los oyentes, predisponiendo a uno y otros a la escucha de la Palabra anunciada y a la acogida del mensaje de Vida. Esto nos invita entonces a seguir evangelizándonos, con humildad para poder evangelizar especialmente a los más alejados.
El estar en sintonía con la Palabra de Vida, es dejarse guíar, interpelar y sobre todo asumir el compromiso de ser testimonio vivo en medio de esta sociedad. Es una tarea de toda la Iglesia, como lo afirma el Papa Francisco: “debemos hacer que en las actividades habituales de todas las comunidades cristianas, en las parroquias, en las asociaciones y en los movimientos, se tenga realmente presente el encuentro personal con Cristo que se comunica a nosotros en su Palabra, porque como nos enseña San Jerónimo, la “ignorancia de las escrituras es ignorancia de Cristo” (Dei Verbum 25)
La Santísima Virgen María, es el modelo de escucha atenta y de respuesta generosa a la Palabra de Dios, y nos ayudará a comunicar esa misma Palabra a los hombres. En realidad, el relato lucano acerca de la vocación de María (Lc 1,26-38) nos ofrece el ejemplo más bello de aceptación humilde y creyente de la Palabra de Dios.
Nadie como ella ha meditado la palabra de Dios: cuando lo llevaba en su seno, cuando lo dio a luz en la pobreza de Belén, cuando lo alimentó, lo cuidó. Para ella, en primer lugar, vale la parábola del Señor: “Lo que cayó en tierra buena son los que escuchan, guardan el mensaje en su corazón noble y generoso y dan fruto con su constancia” (Lc 8,15). Cuando una primera devota de María le grita de en medio de la muchedumbre: “dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron”, El repuso: “dichosos, más bien, los que escuchan la palabra de Dios y la practican!” (Lc 11,27s). María es palabra de Dios vivida.
Nos unimos a todas las comunidades bíblicas y las exhortamos a seguir profundizando la Palabra de Vida y compartiéndola con muchos hermanos. A la vez enviamos un saludo muy especial a todos los Catequistas que brindan su servicio pastoral y de compromiso para que niños, jóvenes y adultos, sigan creciendo en el conocimiento de la Palabra y las enseñanzas de la Iglesia.
Mons. Edgardo Cedeño / Obispo de Penonomé