Amigo lector, todos queremos ir a el cielo, eso es una realidad innegable. Y ¿cómo se llega a ganar el mismo? Bueno, construyéndolo en la tierra; para ser más específica haciendo de la tierra un cielo con nuestras buenas acciones y amor hacia nuestro prójimo.
Es curioso que todos queramos ir al cielo pero en algunas ocasiones ese deseo no va acompañado de nuestras actuaciones, porque inclusive, muchas veces, y de forma equivocada, pensamos que con ir a misa los domingos, basta para ganar el mismo. No es así, mi buen amigo lector, el cielo se construye en la tierra y se gana amando a Dios por sobre todas las cosas y cumpliendo sus mandamientos. Y es que si vamos a estar en la gloria eterna, felices y sin preocupaciones, hay que trabajar duro para ganarse ese derecho, perseverando hasta el final.
Hay tanta gente necesitada, y muchas veces nosotros pasamos indiferentes ante el sufrimiento ajeno. Y ¿cómo pretender entonces ganar el cielo? Lo que uno siembra eso va a cosechar. Jesús lo deja muy claro cuando dice en Mateo 25-34-40: “Vengan, benditos de mi Padre, y tomen posesión del reino que ha sido preparado para ustedes desde el principio del mundo. Porque tuve hambre y ustedes me dieron de comer; tuve sed y ustedes me dieron de beber. Fui forastero y ustedes me recibieron en su casa. Anduve sin ropas y me vistieron. Estuve enfermo y fueron a visitarme. Estuve en la cárcel y me fueron a ver. En verdad les digo que, cuando lo hicieron con alguno de los más pequeños de estos mis hermanos, me lo hicieron a mí”.
El camino para llegar al cielo es creer en Jesucristo y cumplir sus enseñanzas; no nos cansemos de hacer el bien porque el cielo se construye en la tierra y la recompensa es la vida eterna.