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Sí a la catequesis litúrgica

Sí a la catequesis litúrgica

Podríamos preguntarnos, ¿cómo hacer más significativas nuestras celebraciones en medio del contexto social en que vivimos? Es verdad, que algunos de los signos-palabras que se utilizan en la actualidad en la liturgia para hacer referencia al Misterio que celebramos no tiene ningún significado para las personas. Por eso hay que revisar cómo se puede clarificar esos gestos y palabras, para que signifiquen algo para ellas.
Podríamos decir, que es necesaria “una pastoral mistagógica” (por llamarla de un modo). Hay que darle prioridad a la explicación del Misterio que se celebra, no sólo en la Eucaristía, sino en cada uno de los sacramentos. Explicar bien el sentido de estos signos para que la persona pueda tomar conciencia de lo que realmente está aconteciendo y como el Señor se hace presente, actuando realmente en sus vidas. Desde las homilías hasta las catequesis, todo tiene que estar impregnado, de esa explicación-sentido del Misterio.
Algunas cosas, por ahora, están muy difíciles que se puedan cambiar a corto o mediano plazo, como la terminología utilizadas en los rituales para la celebración de los sacramentos. Para poner un ejemplo, los términos teológicos, a veces muy elevados para la gente sencilla, que se utilizan en las plegarias eucarísticas.
Creo que estamos, desde hace tiempo, cayendo en un ritualismo y mecanización de toda la celebración litúrgica. Rezamos el credo como “robots”, la oración de los fieles la expresamos más porque está en el ritual y hay que hacerlo, y no meditamos lo que estamos pidiendo, tal vez sin fe ni convicción, etc. Por ende, la catequesis litúrgica hay que darle la debida importancia, a fin de que, lleve a una comprensión más profunda del Misterio que se celebra.
En la catequesis litúrgica, “cada comunidad cristiana tiene que ser un pequeño relato del ‘gran relato’ que es la historia de Jesús de Nazaret.” Es decir, que en nuestras celebraciones tenemos que vivir y actualizar un acontecimiento que no pasa de moda: la presencia de Jesucristo en medio de su pueblo. Se tiene que crear un ambiente en que se viva la experiencia del Resucitado. Pero, tal vez haya que decir y solucionar la misma inquietud del Eunuco que encontró a Felipe en el camino, cuando éste le preguntó si entendía lo que estaba leyendo, y le respondió: “Como lo voy a entender si nadie me lo ha explicado”.