“Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mt. 28, 20), estas palabras de Jesús nos aseguran que nuestro Dios es un Dios cercano, que camina a nuestro lado. Nuestro Dios no es un Dios lejano e indiferente, Dios permanece fiel, nunca nos deja solos, sino que camina siempre a nuestro lado, aun cuando nos olvidemos de él. Esta cercanía de Dios se llama en lenguaje de Iglesia “Providencia de Dios”, Providencia que es la certeza de que Dios no nos abandona, que se hace uno de nosotros y camina con nosotros, y permanece con nosotros, permanece en su Iglesia, se queda en la Eucaristía, se queda en su Palabra y se queda en los pobres.
Cada hombre es una historia de amor que Dios escribe en esta tierra. A cada uno de nosotros, Dios nos llama por nuestro nombre: nos mira, nos espera, nos perdona, tiene paciencia con nosotros. Cercanía y ternura son las dos maneras del amor del Señor, que se hace cercano y da todo su amor también en las cosas más pequeñas con ternura, no nos ama de palabra; Él se aproxima y acerca dándonos su amor. Él nos conoce por nuestro nombre, ve nuestro sufrimiento y se conmueve por nosotros. Es ante todo Dios el que se preocupa por nuestra vida, que quiere volverla a levantar.
Cercanía y compasión, esta es la manera en que Dios nos visita, por eso cuando queremos anunciar el Evangelio y llevar la misericordia, esta es la manera de hacerlo. Ser misericordioso como el Padre, es tener un corazón que está cerca del débil, del que sufre, del encarcelado, del pobre, del enfermo, del migrante, para eso vino Jesús, para estar cerca de nosotros y traernos el amor del Padre para que seamos nosotros también misericordiosos, portadores de paz para los que sufren.