Todo se inició en 1949, cuando los padres Vicentinos empezaron a promover la devoción a la Medalla Milagrosa. Hoy es la Copatrona de la Diócesis de Santiago, y una gran procesión recorre las calles en su solemnidad.
Por Víctor Leonel Benavides
Las Hijas de la Caridad y los padres Vicentinos, ambas compañías fundadas por San Vicente de Paúl, han sido propulsoras de la veneración a la Virgen de la Medalla Milagrosa. Los padres Vicentinos llegaron a la parroquia Catedral de Santiago de Veraguas en el año 1949, y entre las iniciativas religiosas y sociales que promovieron sobresale la organización de la fiesta de la Medalla Milagrosa, que desde ese año se empezó a celebrar con la participación de muchas comunidades que confeccionaron pequeñas andas de la Virgen inspirándose en las características de su entorno. En esos primeros años, las comunidades rurales llegaban muy temprano y con la bienvenida de las campanas de la iglesia mucha gente salía a acompañarlas. Entre los sacerdotes vicentinos que se recuerdan de esta época están los padres Lara, Álvarez y Ayala..
Reseña
Acerca de la imagen de la Virgen Milagrosa que desde esos años se venera en la Catedral de Santiago, fue traída de París, por iniciativa de las agrupaciones de Hijas de María solteras y casadas que estaban activas en la parroquia. La tesorera de la agrupación de solteras era maestra Sarita Jurado, y realizaron las actividades y gestiones requeridas para traer la imagen.
Entre los animadores de la liturgia de esos años, estuvo el coro de señores y señoras que acompañaba mi abuelo materno Manuel S. Pinilla tocando el armonio, en donde sobresalió el tenor Ignacio de Loyola Valdés. Eran celebraciones litúrgicas que se realizaban de acuerdo con las rúbricas tradicionales anteriores al Concilio Vaticano II, utilizando el latín como idioma oficial tanto en las oraciones como en el canto.
El crecimiento y proyección de la celebración de esta fiesta de la Virgen se fue dando cada año, así, en 1955 la misa de la solemnidad fue presidida por el Nuncio Apostólico Monseñor Bernier y contó con la presencia del señor Presidente de la República don Ricardo M. Arias Espinosa. En el año 1960, la participación de las comunidades con sus anditas fueron más de 80 y la celebración de la misa pontifical solemne estuvo a cargo de Monseñor Francisco Beckman, Arzobispo de Panamá, de origen holandés y miembro de la Comunidad de los Padres Vicentinos.
En la década de los setenta, se invitaron predicadores de otros países para que condujeran la temática que se desarrollaba durante las misas de la novena. La participación de las comunidades, instituciones, barriadas y grupos en la celebración de la Milagrosa, fue creciendo de tal manera que el número de anditas rebasaba las doscientas. Según testimonio de Sor Catalina Delgado, Hija de la Caridad y oriunda de Santiago, la escuela Santa Familia de Panamá, participó varios años con su banda.
Desde el primer día de la novena, empiezan a llegar las anditas y se les va asignando un número de acuerdo a su llegada. Ese es el orden que cada andita tendrá en el recorrido de la gran procesión el día de la solemnidad.
Cada andita va acompañada por los miembros de la comunidad o institución cantando los himnos que generalmente son alusivos a la Virgen de la Medalla Milagrosa. hasta llegar a la iglesia.
El arte que se observa en los arreglos de las anditas es una combinación de la creatividad para expresar la relación que existe entre la fe en María, el entorno que caracteriza cada comunidad y los lemas que cada año se escogen para tener una idea común en la reflexión que sirve de eje para la oración y la meditación durante la festividad.
Fuerza de la tradición
En la década de los noventa, los Padres Vicentinos terminaron su trabajo en la Catedral de Santiago y la Diócesis se encargó de la parroquia. Hubo la duda sobre la continuidad de la celebración de la fiesta de la Medalla Milagrosa, pero el arraigo de esta veneración y la fuerza de la tradición establecida no varió en nada dicha continuidad.
En el año 2014, como preparación a la fiesta de la Milagrosa, se organizó un recorrido de la imagen por las barriadas de la ciudad de Santiago, acompañando a los abanderados. En el 2015, este recorrido se amplió a las comunidades del distrito de Santiago, y en el 2022, a todos los distritos de la Diócesis.
Monseñor Audilio Aguilar, Obispo de la Diócesis de Santiago de Veraguas, mediante Decreto del 15 de noviembre de 2019, proclamó oficialmente a la Virgen de la Medalla Milagrosa Copatrona de la Diócesis y convocó a todas las comunidades y grupos cristianos a seguir participando como tradicionalmente se ha hecho, en esta celebración mariana. Entre las consideraciones para esta proclamación sobresale la que alude a la superlativa relevancia de la Virgen de la Medalla Milagrosa para la fe del pueblo que peregrina en esta Diócesis.
Devoción con arraigo
Muchas son las experiencias personales y comunitarias que durante estos 75 años de celebración mariana se pueden recordar. Algunas de ellas, pueden tener un significado de más simbolismo, por la manera en que ocurrieron. Así, recuerdo que durante la procesión solemne del año 1963, cuando el anda mayor de la Virgen iba bajando la lomita del antiguo hospital de Santiago, una paloma blanca se posó sobre las flores que la adornaban, llamando la atención de todos los acompañantes. Otro año, una de las iglesias protestantes que estaba en el recorrido de la procesión colocó una pancarta con una cita bíblica sobre la adoración a los ídolos, y una avioneta dejó caer volantes con leyendas contrarias a la veneración cristiana de la Virgen María sin afectar en lo mínimo el fervor religioso de los participantes.
Historia de la devoción
Fue entre dos fechas, el 19 de julio y el 27 de noviembre de 1830 cuando Catalina Labouré, Hermana de la Compañía de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, fundada en el siglo XVII, tuvo la luminosa experiencia de ver y conversar con la Virgen María, quien le pidió que acuñara una medalla con el diseño que ella misma le mostró, y que se conoce mundialmente. Es la figura de la Virgen vestida de blanco reluciente, de pie sobre una esfera, con las manos extendidas expidiendo rayos de luz, en un marco ovalado con la leyenda “Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti”. El reverso de la medalla es un anagrama con una M sobrepuesta en una cruz y dos corazones debajo, uno con la corona de espinas y el otro atravesado por una espada.
Catalina logró, después de dos años, la aprobación del Arzobispo de París para acuñar la medalla, que luego de distribuirse por miles, fue llamada “Milagrosa” por los prodigios concedidos al invocarse.
La aparición de la Virgen María a Catalina Labouré marca la presencia continua de María en la historia cristiana y del mundo entero.