Llevar el escapulario es signo de pertenencia a la Virgen, Monseñor Ulloa.

Llevar el escapulario es signo de pertenencia a la Virgen, Monseñor Ulloa.

redaccion@panoramacatolico.com

Hoy, el Arzobispo de Panamá, Monseñor José Domingo Ulloa Mendieta, dedicó especial agradecimiento al Señor que nunca nos abandona, y gran parte de su homilía fue para explicar el significado del escapulario que es –como dijo- nuestra marca de pertenencia a la Virgen, en la advocación de Nuestra Señora del Carmen. 

“El Señor no rechaza a su pueblo”, afirmó para inmediatamente elevar una confiada oración al Dios: “Señor, yo sé que tú nunca me abandonarás ni me dejarás sin tu protección y tu ayuda, porque tú eres un Dios que protege, apoya y sana”. 

El Arzobispo invito a que hoy podamos seguir repasando la acción de Dios en nuestras vidas y desde allí sigas experimentando que Dios nunca nos ha abandonado.  “Hoy di convencido y sin miedo”, indicó. 

Señaló que desde esta realidad es que podemos entender también que el escapulario de Nuestra Señora del Carmen es una dádiva de la protección y del maternal cariño de la Reina del Cielo hacia los hombres. 

“Hoy pedimos a Dios con toda el alma, a la Virgen una señal de protección para cada uno de nosotros de su Iglesia, y seguro la Virgen del Carmen nos responde con su escapulario, con una promesa de salvación”, expresó.

Sin embargo, agregó, no es una salvación solamente después de la muerte; es una salvación que nos reclama el trabajo también aquí en las cosas temporales, que ya comienza en esta tierra, en la historia, y la renovación interior, en nuestro propio corazón. 

Luego, Monseñor Ulloa dedicó una explicación catequética sobre el escapulario carmelita, y de manera comparativa indicó que, así como los seres humanos nos comunicamos por símbolos, a través de banderas, escudos y también uniformes que nos identifican, también las comunidades religiosas llevan su hábito como signo de su consagración a Dios.

“Los laicos no pueden llevar hábito, pero los que desean asociarse a los religiosos en su búsqueda de la santidad pueden usar signos y entre ellos está el escapulario, que es como un hábito en miniatura que todos los devotos pueden llevar para significar su consagración a ella”, afirmó. 

Explicó que el escapulario es un sacramental, un objeto religioso que la Iglesia haya aprobado como signo que nos ayuda a vivir santamente y a aumentar nuestra devoción. 

El escapulario nos identifica como pertenecientes a María, una marca que nos distingue como sus hijos escogidos, por lo tanto, se convierte en el símbolo de nuestra consagración a la Virgen.

Y manifestó que pertenecer a María es reconocer su misión maternal sobre nosotros y entregarnos a ella para dejarnos guiar, enseñar, moldear por Ella y en su corazón, con lo cual podremos ser usados por Ella, para la extensión del Reino de su Hijo.

“Que Nuestra Señora del Carmen siga protegiendo a nuestro pueblo”, exclamó para luego proceder a la bendición de los escapularios, “para que podamos transmitir esta misma devoción a nuestros hijos, como nosotros la recibimos de nuestros padres”. 

 

A continuación, el texto completo de la Homilía de Monseñor Ulloa desde la capilla del Seminario Mayor San José.

Homilía Nuestra Señora del Carmen

El Escapulario

 El Señor no rechaza a su pueblo.

Señor, yo sé que tú nunca me abandonarás ni me dejarás sin tu protección y tu ayuda, porque tú eres un Dios que protege, apoya y sana.

 

Yo te invito a que hoy puedas seguir repasando la acción de Dios en tu vida y desde allí sigas experimentando que Dios nunca te ha abandonado. Hoy di convencido y sin miedo.

 

Señor: cuando repaso mi vida y recuerdo aquellos tiempos de crisis, veo que siempre has estado a mi lado. Cuando repentinamente sufrí una nueva enfermedad que me hizo sentir vulnerable, tú estabas conmigo.

 

Señor: Cuando he atravesado una dificultad financiera, tú me ayudaste a superarla. Cuando he estado de luto por un ser querido, tú lloraste conmigo.

 

Señor: Tú siempre me has acompañado en todas las circunstancias de la vida. Tú me llevaste en brazos cuando yo no podía caminar más. Recuerdo estos momentos y me lleno de gozo. ¡Eres un Dios maravilloso!

 

Por eso Señor, cuando sea tentado a dudar de que tú estás junto a mí, ayúdame a recordar aquellos momentos en que has estado conmigo.

 

Ayúdame a no escuchar las mentiras del enemigo, que trata de convencerme de que tú no me cuidas. Cuando me enfrente a nuevos desafíos, quiero responder con fe, aferrado a la verdad de quién eres tú: un Padre fiel y misericordioso que siempre está junto a su pueblo, incluso en el momento más oscuro y aunque ellos lo abandonen.

 

Señor Jesús, tú sabes lo que es ser humano y lo que se siente cuanto tus amigos te abandonan, y sabes que mis temores y ansiedades me hacen sentirme abandonado también.

 

Señor, la próxima vez que enfrente dificultades, te prometo que fijaré mis ojos en ti y en lo que quieres obrar en mi vida. Me aferraré a tu promesa de que siempre estarás conmigo, tú jamás me abandonas. La recitaré una y otra vez, al igual que la respuesta al Salmo de hoy: “El Señor no rechaza a su pueblo.”

 

Desde esta realidad que podemos entender, también que el escapulario de Nuestra Señora del Carmen es una dádiva de la protección y del maternal cariño de la Reina del Cielo hacia los hombres.

 

En esta hora, que todos conocemos como una hora de tribulación, donde incluso por el bien del pueblo no podemos celebrar la sagrada eucaristía con el pueblo, es una hora en que, como hijos de María y con todos los que nos sentimos la Iglesia de verdad, levantamos los ojos a la Virgen y le pedimos una señal de protección. Una oración de súplica, de protección, que queremos hacer hoy muy concreta.

 

Hoy pedimos a Dios con toda el alma, a la Virgen del Carmen, una señal de protección para cada uno de nosotros de su Iglesia.

 

Y entonces, la Virgen nos responde con su escapulario, la promesa de siempre, que yo quisiera interpretar en el mensaje de esta mañana: La Virgen nos ofrece una promesa de salvación. Pero, en segundo lugar, no es una salvación solamente después de la muerte. Es una salvación que nos reclama el trabajo también aquí en las cosas temporales, en la historia. Y entonces nos reclama la renovación interior, el Reino de Dios que ya comienza en esta tierra, en nuestro propio corazón.

 

LA VIRGEN NOS OFRECE UNA PROMESA DE SALVACION

 

Sí, en primer lugar, digo que el escapulario de la Virgen del Carmen es un signo de la esperanza de salvación que lleva todo hombre en su alma, en su corazón, en su vida. El que muera llevando está librea, no verá las llamas del infierno.

 

Es una promesa de salvación. Pero yo quisiera desengañar a muchos y decirles que no es una promesa falsa, o sea, que no se apoya en la realidad de cada uno de nosotros.

 

La promesa de la Virgen quiere despertar en el corazón del hombre, ese sentido escatológico, es decir, esa esperanza del más allá: trabajar en esta tierra con el alma y el corazón puesto en el cielo, saber que no se instala nadie en este mundo, sino que peregrina hacia una eternidad, que las cosas de la tierra pasan, que lo eterno es lo que permanece. Es, ante todo, esto: ¡La trascendencia!

 

Su historia está estrechamente ligada a la Orden del Carmen, que se remonta según una antigua tradición a los santos profetas Elías, Eliseo y a sus discípulos, que se establecieron en el Monte Carmelo, en Palestina.

 

De acuerdo con esa misma tradición, ellos ya veneraban a Aquella que vendría a ser la Madre del Redentor, simbolizada por la nubecita que apareció cuando San Elías pedía el fin de la prolongada sequía que los asolaba (cfr. 3 Reyes 18, 41-45), y de la cual cayó una lluvia bendita que reverdeció la tierra.

 

Estos ermitaños se sucedieron a través de las generaciones hasta la Edad Media, y cuando los musulmanes conquistaron Tierra Santa, tuvieron que huir hacia Europa. Allí enfrentaron grandes dificultades corriendo riesgo de extinción.

 

Fue entonces que un carmelita inglés, San Simón Stock, hombre penitente y de mucha santidad, fue electo Superior General de la Orden. Angustiado con la situación en que se encontraban, comenzó a suplicar incesantemente a la Virgen para que los protegiese.

 

El 16 de julio de 1251, mientras rezaba fervorosamente en su convento de Cambridge (Inglaterra), se le apareció Nuestra Señora revestida del hábito carmelita, portando en sus brazos al Niño Jesús y extendiéndole un escapulario le dijo estas palabras:

 

“Recibe, queridísimo hijo, este Escapulario de tu Orden, señal de mi confraternidad, privilegio para ti y para todos los carmelitas. Todo aquel que muera con él revestido, no arderá en las llamas del infierno. Él es, pues, una señal de salvación, una seguridad de paz y de eterna alianza”.

 

¿Qué es el Escapulario carmelita?

 

Los seres humanos nos comunicamos por símbolos. Así como tenemos banderas, escudos y también uniformes que nos identifican. Las comunidades religiosas llevan su hábito como signo de su consagración a Dios.

 

Los laicos no pueden llevar hábito, pero los que desean asociarse a los religiosos en su búsqueda de la santidad pueden usan signos y entre ellos está el escapulario, que es como un hábito en miniatura que todos los devotos pueden llevar para significar su consagración a ella.

 

Dice San Alfonso Liborio, doctor de la Iglesia: «Así como los hombres se enorgullecen de que otros usen su uniforme, así Nuestra Señora Madre María está satisfecha cuando sus servidores usan su escapulario como prueba de que se han dedicado a su servicio, y son miembros de la familia de la Madre de Dios.»

 

El escapulario es un sacramental, que es un objeto religioso que la Iglesia haya aprobado como signo que nos ayuda a vivir santamente y a aumentar nuestra devoción. Los sacramentales deben mover nuestros corazones a renunciar a todo pecado, incluso al venial.

 

Explicación de la Promesa

 

Muchos Papas, y santos como San Alfonso Ligorio, San Juan Bosco, San Claudio de la Colombiere, y San Pedro Poveda, tenían una especial devoción a la Virgen del Carmen y llevaban el escapulario. Santos y teólogos católicos han explicado que, según esta promesa, quien tenga la devoción al escapulario y lo use, recibirá de María Santísima a la hora de la muerte, la gracia de la perseverancia en el estado de gracia (sin pecado mortal) o la gracia de la contrición (arrepentimiento). Por parte del devoto, el escapulario es una señal de su compromiso a vivir la vida, siguiendo el ejemplo perfecto de la Virgen Santísima.

 

El escapulario tiene 3 significados

 

El amor y la protección maternal de María: el signo es una tela o manto pequeño. Vemos como María cuando nace Jesús lo envuelve en un manto. La Madre siempre trata de cobijar a sus hijos.

 

Envolver en su manto es una señal muy maternal de protección y cuidado. Señal de que nos envuelve en su amor maternal. Nos hace suyos. Nos cubre de la ignominia de nuestra desnudes espiritual.

 

Vemos en la Biblia:

 

-Dios cubrió con un manto a Adán y Eva después de que pecaron (manto – signo de perdón).

 

-Jonás le dio su manto a David: símbolo de amistad -Elías dio su manto a Eliseo y lo llenó de su espíritu en su partida.

 

-S. Pablo: revístanse de Cristo: vestirnos con el manto de sus virtudes.

 

Pertenencia a María: llevamos una marca que nos distingue como sus hijos escogidos. El escapulario se convierte en el símbolo de nuestra consagración a María.

 

Consagración: ´pertenecer a María´ es reconocer su misión maternal sobre nosotros y entregarnos a ella para dejarnos guiar, enseñar, moldear por Ella y en su corazón. Así podremos ser usados por ella para la extensión del Reino de su Hijo.

 

-En 1950, el Papa Pío XII escribió: “Quien usa el escapulario debe ser consciente de su consagración a Dios y a la Virgen y ser consecuente en sus pensamientos, palabras y obras. Portar el escapulario representa nuestra decisión de seguir a Jesús por María en el espíritu de los religiosos, pero adaptado a la propia vocación, lo que exige que seamos pobres, castos y obedientes por amor”.

 

Al usar el escapulario, constantemente, estamos haciendo silenciosa petición de asistencia a la Madre, y ella nos enseña e intercede para conseguirnos las gracias para vivir como ella, abiertos de corazón al Señor, escuchando su Palabra, orando, descubriendo a Dios en la vida diaria y cercanos a las necesidades de nuestros hermanos, y nos está recordando que nuestra meta es el cielo y que todo lo de este mundo pasa.

 

Quién lleva el escapulario debe identificarse como católico sin temor a los rechazos y dificultades que ese yugo le traiga. Y por eso se debe vivir lo que significa.

 

En momentos de tentación, tomamos el escapulario en nuestras manos e invocamos la asistencia de la Madre, resueltos a ser fieles al Señor.

 

Ella nos dirige hacia el Sagrado Corazón de su Hijo Divino y el demonio es forzado a retroceder vencido.

 

¿Puede darse el escapulario a quien no es católico?

Sí. El escapulario es signo de la Maternidad Espiritual de María y debemos recordar que ella es madre de todos. Muchos milagros de conversión se han realizado en favor de buenos no-católicos que se han decidido a practicar la devoción al escapulario.

 

Ante ella nos postramos poniéndonos devotamente su Santo Escapulario, signo de su maternidad y de la salvación divina. Sí, con esa tela o manto pequeño recordamos que al igual que Jesús fue envuelto en pañales por la Virgen, también nosotros, sus hijos, queremos, como Jesús, ser cobijados por su manto, signo del amor y de la protección maternal de María.

 

Y con el escapulario queremos manifestar nuestra pertenencia a la Virgen: llevamos un signo que nos distingue como sus hijos escogidos. El escapulario se convierte para nosotros en el símbolo de nuestra consagración a María como nuestra Madre. Y consagración quiere decir pertenencia: “pertenecer a María” es entregarnos a Ella para dejarnos guiar, enseñar, moldear por su sabiduría y amor maternal y poder así llegar a la meta final de nuestra vida, el buen puerto de la vida eterna que es el encuentro definitivo con Jesús, nuestro Salvador.

 

Por tanto, hermanos, revestidos de ese “escudo de salvación”, aumentemos nuestra devoción y nuestro deseo por vivir santamente, propiciando así la renuncia al pecado, que es siempre lo que divide y rompe las familias, hundiendo a sus miembros en la más completa soledad y desamparo. Dejémonos seducir por el ejemplo de la Virgen Santísima, que siempre llevó a Jesús en el corazón, de la misma forma que lo engendró en su cuerpo. Y acojamos el escapulario como signo del amor que nos envuelve, como hermanos de Jesús e hijos de María.

 

Que Nuestra Señora del Carmen siga protegiendo a nuestro pueblo. Y que su devoción sea para nosotros un faro que nos ilumine para que -como dice S. Pedro de Jesús-: pasemos por el mundo “haciendo el bien”. Y el bien más inmediato que podemos hacer es transmitir esta misma devoción a nuestros hijos, como nosotros la recibimos de nuestros padres.

 

  PANAMÁ, acatemos las normas que nuestras autoridades han implementado. Por ti, por los tuyos, por Panamá -Quédate en casa.

 

† JOSÉ DOMINGO ULLOA MENDIETA, O.S.A.

ARZOBISPO METROPOLITANO DE PANAMÁ