Modelo de fraternidad: el buen samaritano

Modelo de fraternidad: el buen samaritano

Estamos llamados a ser otros buenos samaritanos que carguen sobre sí el dolor de los fracasos, en vez de acentuar odios y resentimientos.

Jesucristo propuso la parábola del buen samritano, precisamente para responder a la pregunta sobre la fraternidad: quién es mi prójimo, mi hermano. Todos conocemos el relato, que el Papa comenta en el capítulo segundo de Fratelli Tutti (FT).

En primer lugar, recuerda los ecos bíblicos de la parábola. No podemos pensar como Caín: «¿Acaso yo soy guardián de mi hermano?». El antiguo precepto «amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Lv 19,18) se expresa en el Evangelio de modo positivo: «Traten en todo a los demás como ustedes quieran ser tratados, porque en esto consisten la Ley y los Profetas» (Mt 7,12). Y en el Nuevo Testamento resuena con fuerza el llamado al amor fraterno: «Toda la Ley alcanza su plenitud en un solo precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Ga 5,14). «Quien ama a su hermano permanece en la luz y no tropieza. Pero quien aborrece a su hermano está y camina en las tinieblas» (1 Jn 2,10-11). «Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida, porque amamos a los hermanos. Quien no ama permanece en la muerte» (1 Jn 3,14). «Quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve»(1 Jn 4,20).

Francisco actualiza y aplica la parábola: “¿Con quién te identificas? Esta pregunta es cruda, directa y determinante. ¿A cuál de ellos te pareces? Nos hace falta reconocer la tentación que nos circunda de desentendernos de los demás; especialmente de los más débiles. Digámoslo, hemos crecido en muchos aspectos, aunque somos analfabetos en acompañar, cuidar y sostener a los más frágiles y débiles de nuestras sociedades desarrolladas. Nos acostumbramos a mirar para el costado, a pasar de lado, a ignorar las situaciones hasta que estas nos golpean directamente…. Asaltan a una persona en la calle, y muchos escapan como si no hubieran visto nada. Frecuentemente hay personas que atropellan a alguien con su automóvil y huyen. Sólo les importa evitar problemas, no les interesa si un ser humano se muere por su culpa…Como todos estamos muy concentrados en nuestras propias necesidades, ver a alguien sufriendo nos molesta, nos perturba, porque no queremos perder nuestro tiempo por culpa de los problemas ajenos. Estos son síntomas de una sociedad enferma, porque busca construirse de espaldas al dolor” (FT 64-65).

Ante el sufrimiento, actúa fraternalmente con cualquiera, sé prójimo de todos. Reconozcamos a Cristo en cada hermano abandonado

Hoy la historia del buen samaritano se repite: En realidad todos somos o hemos sido como estos personajes: todos tenemos algo de herido, algo de salteador, algo de los que pasan de largo y algo del buen samaritano”(FT 69 y 71)

Conocemos a los salteadores… Hemos visto avanzar en el mundo las densas sombras del abandono, de la violencia utilizada con mezquinos intereses de poder, acumulación y división…. También a los que pasan de largo : la peligrosa indiferencia de no detenerse, inocente o no, producto del desprecio o de una triste distracción, hace de los personajes del sacerdote y del levita un triste reflejo de esa distancia cercenadora que se pone frente a la realidad. Los “salteadores del camino” suelen tener como aliados secretos a los que “pasan por el camino mirando a otro lado”. Se cierra el círculo entre los que usan y engañan a la sociedad para esquilmarla, y los que creen mantener la pureza solamente orando (FT 72-75).

 Miremos finalmente al hombre herido. Hoy, y cada vez más, hay heridos. La inclusión o la exclusión de la persona que sufre al costado del camino define todos los proyectos económicos, políticos, sociales y religiosos (FT 76 y 69)

Estamos llamados a ser otros buenos samaritanos que carguen sobre sí el dolor de los fracasos, en vez de acentuar odios y resentimientos. Lo que exige el deseo gratuito y simple de querer ser pueblo, de ser constantes e incansables en la labor de incluir, de integrar, de levantar al caído; aunque muchas veces nos veamos inmersos y condenados a repetir la lógica de los violentos, de los que sólo se ambicionan a sí mismos, difusores de la confusión y la mentira:

  • No actuemos solos: El samaritano buscó a un hospedero que pudiera cuidar del herido; nosotros estamos invitados a convocar y encontrarnos en un “nosotros” que sea más fuerte que la suma de pequeñas individualidades
  • Actuemos gratuitamente: El samaritano se fue sin esperar reconocimientos ni gratitudes. La entrega al servicio era la gran satisfacción frente a su Dios y a su vida, y por eso, un deber.
  • Actuemos así con todos: Un samaritano, para algunos judíos de aquella época, era considerado un ser despreciable, impuro, enemigo. Pero el judío Jesús transforma este planteamiento: no nos invita a preguntarnos quiénes son los que están cerca de nosotros, sino a volvernos nosotros cercanos, prójimos.

 «Tienes que ir y hacer lo mismo» (Lc 10,37), concluye Jesús. Ante el sufrimiento, actúa fraternalmente con cualquiera, sé prójimo de todos. Lo que para los cristianos tiene otra dimensión trascendente; implica reconocer al mismo Cristo en cada hermano abandonado o excluido (cf. Mt 25,40.45).