A veces nos apresuramos a ayudar a los demás en cosas materiales, que no está mal, pero muy pocas veces hacemos un alto en presencia de los hermanos para ser puente de comunicación entre ellos y el Padre.
Esta semana, pues, aconsejamos que en la oficina, en el vecindario, el colegio, o en cualquier lugar donde estemos, perdamos la pena y ofrezcamos a los hermanos la oportunidad de orar juntos. Es un momento de intimidad y apertura del corazón para ambos; para ti, que derramarás con este gesto la Misericordia del Señor, y para la persona que se comunicará con el Señor gracias al camino que le abrirás.
Para lograr que este gesto de Amor dé frutos debemos perder el miedo, sí, el miedo. A los católicos nos cuesta que nos vean siendo fieles a la Palabra de Cristo cuando dijo que a quien toque se le abrirá.
Nos da pena que los otros piensen que somos unos fanáticos. Es difícil de entender que cuando le pedimos al hermano o hermana que nos acompañe a orar, estamos abriendo las puertas del Cielo y derramando Amor.
Esta semana, pues, cuando nos topemos con algunas personas que tengan dificultades, o enfrenten algún problema o tristeza, vamos a decirles que oremos juntos, invítala a que cierre sus ojos y libere su mente de pensamientos negativos, que pida perdón y dé gracias, y que abra sus labios y su mente al Amor de Dios.
Ayudemos a los demás a comunicarse con el Padre que está esperando de cada uno de nosotros ese gesto de comunicación abierta y sincera. Ya decía San Agustín que quien reza no orienta a Dios sobre lo que se quiere, sino que se orienta a sí mismo con el Amor del Padre.