Ha finalizado la Semana Santa. Las celebraciones pascuales están en todo su esplendor. Según las normas universales de la iglesia, “el tiempo pascual comprende cincuenta días vividos y celebrados con alegría y júbilo como si fuera un solo día”. Cristo murió en la cruz y fue sepultado pero no se quedó en la tumba. Pasó de la muerte a la vida.
El mal fue vencido: ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado, la ley. Gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo. (1 Cor. 15:54-57). El escritor José Luis Martin Descalzo nos dice: “Pero no se trata de una nueva vida en sentido sólo espiritual, tal y como decimos que nuestros muertos han pasado a ella.
Jesús entra, por su resurrección, en esta nueva vida con toda la plenariedad de su ser, en cuerpo y alma, entero. Y quien resucita es él y no es él. Es él porque no se trata de una persona distinta; y no es él, porque el resucitado inaugura una humanidad nueva, no atada ya a la muerte. Como ha escrito un poeta, al resucitar «todos creyeron que él había vuelto. Pero no era él, sino más». Era él, pero más él, era el definitivo”.
Es posible que muchos solo recuerden las bellas tradiciones y costumbres populares de los días santos. Las procesiones con artísticas imágenes y arreglos litúrgicos, son verdaderas manifestaciones de arte y cultura. La “pascua” sobrepasa toda exterioridad. La mejor noticia que pudo escuchar la humanidad en toda su historia ha sido la “Resurrección de Cristo” que hizo cambiar la vida de los primeros discípulos. Fue la noticia que anunció Pedro en la casa de Cornelio diciendo que a ese Jesús “a quien mataron colgándolo de un madero fue el que Dios resucitó al tercer día y lo nombró Juez de vivos y muertos”.
El papa Francisco en su última Exhortación “Christus vivit” nos dice que “Cerca de Él podemos beber del verdadero manantial, que mantiene vivos nuestros sueños, nuestros proyectos, nuestros grandes ideales, y que nos lanza al anuncio de la vida que vale la pena, Cristo mismo es para nosotros la gran luz de esperanza y de guía en nuestra noche, porque Él es «la estrella radiante de la mañana”.
Vale la pena que resuene en la mente y corazón de todo cristiano el anuncio gozoso que los ángeles anunciaron a las mujeres “¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí: ha resucitado”, es bueno que profundicemos en esta convicción -”Cristo es el que vive” y reconocerlo en la Palabra, la eucaristía y la comunidad. Ya en la antigüedad el profeta Isaías anunciaba poéticamente cuáles eran las intenciones de Dios pidiendo a los Israelitas actitudes de novedad y valentía “no penséis en lo antiguo, mirar que realizo algo nuevo”. Es un mensaje que sigue invitando a vivir tiempos nuevos. San Juan Pablo II nos dijo: “No tengáis miedo a mirar hacia adelante, a ver en las circunstancias de la historia, que parecen condenados a la esterilidad, también signos de vida y de renovación”. Si vivimos a plenitud este tiempo nuevo, moriremos a lo viejo para vivir la novedad de la vida de Cristo.
Felices Pascuas de Resurrección.