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Por su amor a los enfermos, a Dios no se lo gana nadie en generosidad

Por su amor a los enfermos, a Dios no se lo gana nadie en generosidad

El 11 de febrero es la XXXII Jornada Mundial del Enfermo. El Papa sostiene que “todos hemos sido creados para el amor, estamos llamados a la comunión y a la fraternidad. Esta dimensión de nuestro ser nos sostiene en tiempos de enfermedad y fragilidad». Y dice a los enfermos: «No se avergüencen de su deseo de cercanía y de ternura”.

 

Por Elizabeth Muñoz de Lao

La Pastoral de la Salud es un regalo y un don de Dios,  pero como dice el párroco de Nuestra Señora de Lourdes, Alejandro Goulbourne, “Dios nunca se deja ganar en generosidad”.

Esta verdad es tan grande como el templo en el que se congregan los fieles de la patrona de los enfermos, en la vía España, pues cuando ocurren situaciones en la vida de cada cual, se usa mucho la palabra “casualidad”. Pero lo cierto es que no es casualidad, es que el Señor permite esas situaciones como un regalo a fin de preparar a cada uno para algo en lo que Él quiere hacerse presente, y que a su vez, llena el alma de quien recibe ese don, sostiene el padre.

Esa experiencia de preparación, que en su momento parecía una prueba difícil, la vivió Viveca de Williams, quien sirve al prójimo en la Pastoral de Salud de la parroquia. Cuando era una joven de 23 años, embarazada, la abuela del esposo se fracturó la cadera y ella la cuidó durante cuatro años hasta que partió a la casa del Padre. Después fue su suegro, le siguió su suegra y luego, su mamá. Todos encamados. Eso la preparó para atender enfermos.

Por eso hoy, años después, llega a los hogares para acompañar y dar ánimo al paciente; le canta y le transmite la alegría de la llegada del Señor a su hogar a través de los miembros de la pastoral.

Muchas veces, los enfermos no pueden hablar, pero sonríen. El que puede hablar, canta, ora y levanta las manos con la alegría del acompañamiento y la oración, explica Viveca.

Hilda Galvis, por su parte, se integró a esta pastoral cuando escuchó hablar de su labor. Le llamó la atención y empezó a visitar a los enfermos. Eso ha significado una experiencia que llena su alma, manifiesta.

Rosa Mar Prieto también se preparó, sin saberlo: “Yo pertenecía a un grupo que visitaba a los ancianos en asilos, allí la mayoría están enfermitos. El padre me invitó a participar también en la pastoral de la Salud acá y ni lo dudé”, señala Rosa Mar con esa alegría de las personas acostumbradas a darse al prójimo.

 

“Cuando yo visito a un enfermo, veo la alegría que le llevamos, en el nombre de Dios. Entonces ellos se sienten contentos y nosotros salimos igual de contentos que ellos”, explica.

 

A ese desprendimiento hacia el prójimo se suma Cristina González: “El pensar en las personas que están enfermas, acostadas… a veces la familia no tiene tiempo para atenderlas debidamente, para conversar con ellas, y está tan atribulada que hasta se olvida de Dios». Eso fue lo que llevó a Cristina a pertenecer a la pastoral de la Salud.

“Llegamos con esa misión de hablarles de Dios, pero sin imponerles nada. Les preguntamos si desean escuchar un salmo o el evangelio, hay algunos que les gusta que les lleguemos cantando”, aduce Cristina con esa sapiencia que proyectan quienes saben que están haciendo el bien.

Hay personas con alzhaimer, como una maestra que está encamada, pero se le canta el Himno al Maestro y ella se alegra.

 

Un sacerdote que guía y acompaña

Alejandro Goulbourne, como sacerdote, tiene el santo privilegio de llevar una palabra de esperanza a la gente que espera a Cristo a través de esta pastoral. “Algo fundamental es que, muchas veces, se pierde de vista a quien cuida al enfermo, es una tarea desgastante estar allí atendiendo a la persona enferma y hay que tener mucha paciencia y oración para hacer ese apostolado”, aduce.

En esta parroquia, el día 11 de cada mes, se oficia la misa para y con los enfermos en honor a la virgen de Lourdes. “Ha sido una experiencia muy rica y muy hermosa”, expresa el sacerdote. Ese día el templo queda abarrotado y es una oportunidad que permite ofrecerles acogida a los enfermos y sus familiares. Allí se da la unción, se confiesa y se hace procesión con el Santísimo y con la virgen María.

Al final, hay un ágape y la gente comparte con quienes sufren enfermedades.

 

Cada misa es de sanación, cada eucaristía, acción de gracias.

Covid, difícil experiencia

Durante la pandemia por covid, le tocó hacer funerales sin la familia, casi a escondidas, con la puerta cerrada. Otros momentos duros se dieron cuando alguien llamaba para que asistiera a un familiar en los hospitales. Su respuesta era: “no se puede”, porque las autoridades no le permitían entrar. Les pedía que le dieran el nombre, pues jamás dejó de celebrar la misa, aunque lo hacía solo, y oraba por esas personas.

 

Las patronales

Las festividades de la patrona de los enfermos se iniciaron el 2 de febrero con la fiesta de La Candelaria, cuando se realizó la bendición y procesión de las velas y luego las novenas y el santo rosario. El 4 fue la feria familiar, mientras que el 11 se celebra la primera misa a las 7:00a.m.; a las 10:00a.m. es la misa para y con los enfermos en la que hay confesión y unción para los enfermos. A las 4:30 es la procesión de la virgen y al regresar al templo se oficiará otra misa.

 

Jornada Mundial del Enfermo

«No conviene que el hombre esté solo», es el lema elegido por el papa Francisco para la XXXII Jornada Mundial del Enfermo, este 11 de febrero. El Papa señala cómo, con demasiada frecuencia, la cultura del descarte prevalece y las opciones políticas no ponen en el centro la dignidad de la persona humana y sus necesidades.

Con la fe puesta en el Señor, asisten con su silla de ruedas.

Para el Papa, el primer cuidado que necesita el enfermo es una cercanía llena de compasión y de ternura. “Cuidar al enfermo significa cuidar sus relaciones con Dios, con los demás, con la creación y consigo mismo”.

El padre Goulbourne vive cada día el mensaje de Su Santidad y cuando va al hospital sabe que el paciente no lo ve como persona, sino que a través de él, ve la llegada de Cristo Jesús y experimenta alegría. Como Dios no se deja ganar en generosidad, él, como sacerdote, piensa que va a dar, pero en realidad sale repleto de gracia, de espíritu.

Vivir la fe es la clave para esa gracia. Y la vivió una jovencita llamada Bernardita (Bernadette Soubirous), en la gruta de Massabielle, en Lourdes, Francia, en 1858, cuando se encontró con la Virgen, madre de Dios, esa que se preocupa por los más necesitados, en este caso, los enfermos, y le dice que Dios la ha elegido para que realice unas tareas: orar por los pecadores, hacer penitencia y el santo rosario, y la invita a la conversión.

“Ese amor de Dios, manifestado en esa muchachita santa y humilde, irradia a toda la Iglesia y se crea la Pastoral de Salud”, explica el sacerdote.