El evangelio de este V Domingo de Pascua nos lleva de nuevo al aposento de la última cena de Jesús con sus discípulos. Una vez más nos topamos con el dilema del apóstol Tomás, quien dice a Jesús: “Señor, no sabemos adónde vas. ¿Cómo podemos saber el camino?”
En estos tiempos, el acoso de las ideologías y la autosuficiencia de los intelectuales, ha llevado a mucha gente a sentirse desorientada. Son muchas las personas que tienen la impresión de no saber qué camino seguir para vivir en serenidad y alcanzar la paz y la justicia.
Además, el fulgurante estallido de una pandemia universal como la del COVID 19 nos ha obligado a vivir aislados por meses, a confinarnos en nosotros mismos, a asistir impotentes a la muerte de muchos familiares y amigos. Más que nunca nos hemos sentido desorientados, y sin saber el camino que se debe tomar.
Corremos el riesgo de desviarnos al seguir las indicaciones que nos señala nuestra autosuficiencia. Con demasiada frecuencia aceptamos sin rechistar las pistas que nos presentan los que lucran con la desorientación de todos.
Nos acosa el peligro de repetir rutinariamente que “nada es verdad y mentira; que todo es del color del cristial con que se mira”. Nos tragamos ingenuamente las mentiras que se nos ofrecen, y caemos en un relativismo infame.
Ya no hay duda de que estamos viviendo en una “cultura de la muerte”. Se ha convertido en un inmundo negocio quitar la vida a los no nacidos, a los mayores, a las víctimas de la droga o a los secuestrados en una parte y otra del mundo.
Señor Jesús, te necesitamos para no andar descaminados. Necesitamos tu orientación para poder seguirte a Ti, que eres el Camino; para aceptar y testimoniar con valentía que eres la Verdad, y para difundir en nuestro
