Servir con alegría al pueblo de Dios

Servir con alegría al pueblo de Dios

La vida cristiana es para servir. Es muy triste cuando encontramos cristianos que al inicio de su conversión o de su conciencia de ser cristianos, están abiertos a servir, sirven al pueblo de Dios, pero después terminan sirviéndose del pueblo de Dios.

Esto hace mucho mal, tanto mal al pueblo de Dios. La vocación es para “servir”, y no para “servirse de”. No hay relación con Dios, fuera de la gratuidad. A veces, cuando necesitamos algo espiritual o una gracia, decimos: “Bueno, ahora ayunaré, haré

penitencia, haré una novena….”. Está bien, pero estén atentos: esto no es para “pagar por la gracia”, para “comprar” la gracia. Esto es para ensanchar tu corazón, para que la gracia venga. La gracia es gratuita.

En nuestra vida espiritual siempre tenemos el peligro de resbalar sobre el pago, siempre, incluso hablando con el Señor, como si quisiéramos dar un soborno al Señor. ¡No! ¡La cosa no va por allí! No va por ese camino. “Señor, si tú me haces esto, te daré esto”.

No. Yo hago esta promesa, pero esto me ensancha el corazón para recibir lo que está allí, gratis para nosotros. Esta relación de gratuidad con Dios es lo que nos ayudará después a tenerla con los demás, tanto en nuestro testimonio cristiano como en el servicio cristiano y en la vida pastoral de los que son pastores del pueblo de Dios. Haciendo camino. La vida cristiana es andar. Servir, no “servirse de”. Sirvan y den gratis lo que gratis han recibido. Que nuestra vida de santidad sea este ensanchar el corazón, para que las gracias de Dios que están allí, gratuitas, que Él quiere dar, lleguen a nuestro corazón (Cf. Homilía del Papa Francisco del 11 de Junio de 2019).