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Si no hay formación litúrgica, no se puede entender con el corazón lo que se celebra

Si no hay formación litúrgica, no se puede entender con el corazón lo que se celebra

La santa madre Iglesia desea ardientemente que se lleve a todos los fieles la participación plena, consciente y activa en las celebraciones litúrgicas, no como expectadores sino como miembros del cuerpo de Cristo. De ahí la importancia de la formación para comprender lo que se está celebrando.

 

Por Betzaida Toulier U.

Panorama Católico en entrevista a Monseñor Alberto Sanguinetti Montero, obispo emérito de Canelones, Uruguay, desarrolla el tema del llamado de la Iglesia católica al Pueblo de Dios a formarse plena y conscientemente para su activa participación en las celebraciones litúrgicas. Monseñor Sanguinetti ha sido invitado por el Departamento de Liturgia de la Arquidiócesis de Panamá, como expositor de la Jornada de Teología Litúrgica a celebrarse del 22 al 25 de agosto.

 

Conozcamos al entrevistado

Fue por 37 años presbítero de la Arquidiócesis de Montevideo. Siempre estuvo al servicio parroquial, 28 años como párroco. Es doctor en teología, defendió la tesis Gratuidad y respuesta del hombre a Dios, en las Enarrationes in Psalmos de San Agustín. También dedicó mucho tiempo a la docencia de las ciencias sagradas. En su página amicussponsi.com podrán ampliar más sobre su hoja de vida.

 

¿Nos podría presentar la carta del papa Francisco sobre la formación litúrgica, Desiderium desisderavi?

Es una carta bastante extensa y algo inorgánica. En primer lugar, el Papa llama a atención sobre lo principal: la primacía de la gracia de Dios. La Liturgia es el don de Dios. No somos dueños, sino que recibimos lo que no merecemos en humildad y gratitud.

 

¿Cómo podemos comprender mejor la Liturgia?

La primera línea, continuando lo que dijimos, se trata de la comprensión y vivencia de la Liturgia como la acción de Cristo glorioso, que como cabeza une consigo a la Iglesia en el culto, que santifica y consagra a los bautizados y confirmados en la entrega a la gloria del Padre.

A través de la liturgia nos unimos a la ofrenda de Cristo y le glorificamos.

Esto puede ir más allá de un sentimiento religioso, aunque sea muy fuerte, una emoción personal o colectiva, para vivir que lo más real es lo que hace Cristo y adherirnos a Él.  Es una conversión de la mente, de la misma religiosidad y de la vida: dejarse unir a la ofrenda de Cristo y vivir para la gloria de Dios.

En este sentido alude la carta pontificia a la dificultad del hombre moderno, dicho con palabras de Guardini, la dificultad para el acto de culto, el acto de adoración.

 

¿Cómo formarnos para la Liturgia?

El primer nivel indispensable, y el Papa lo marca claramente, es la recta celebración, con la observancia de las palabras y los ritos. Aquí hay mucho por mejorar, sea quitando lo que está mal realizado, sea en el respeto del rito y en las mejores formas de celebrarlo.

Tomando un lenguaje del papa Benedicto, el papa Francisco dedica un largo apartado al arte de celebrar. Este arte es la unión de alma y cuerpo, en el acto de fe que se está celebrando. Este arte lo debe adquirir no sólo el obispo o el sacerdote, junto con los ministros. Todos los bautizados y confirmados han de participar como miembros del cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, no como espectadores, sino como pueblo sacerdotal, por eso también con un desarrollado arte de celebrar.

 

¿Qué importancia tienen los ritos y signos en la Liturgia?

La Liturgia Católica forma parte de la forma como el Padre ha querido salvarnos, hacernos sus hijos y llevarnos a la vida eterna: que su Hijo Unigénito se hiciera hombre por obra del Espíritu Santo. Así todo lo hace el Padre, por Cristo, por la humanidad de Cristo, que asumió el Hijo, el Verbo. Jesucristo al cuerpo que tomó de la Virgen, unió el divinas por medio de la Iglesia.

 

Por eso, hay que distinguir la Liturgia, la Misa, los Sacramentos, la Liturgia de las horas, de las demás acciones, porque son de Cristo y de la Iglesia. Y son siempre con formas corporales, con signos y ritos.

 

Una gran parte de la carta del Papa se centra en la necesidad de valorizar los símbolos, como la expresión y la realización del misterio de Cristo y de nosotros. Aquí también plantea la exhortación apostólica, la dificultad que tenemos actualmente para asumir los símbolos litúrgicos, como lo señalaba también Romano Guardini.

Yo personalmente creo que gran parte de la renovación litúrgica del Pueblo de Dios vendría por el rezo o por el canto diario de la Liturgia de las Horas, del Oficio divino. Este en primer lugar es verdadera liturgia, es decir, culto público de Cristo y de la Iglesia. Además, el rezo de los salmos forma el sentido del culto, de la alabanza, la adoración, la humildad, el temor de Dios, la súplica, el servicio divino. Al mismo tiempo, con los salmos se va asumiendo, casi sin darse cuenta el sentido de los símbolos naturales, como toda la Historia de la Salvación. La vida como celebración para culto de Dios se aprende en el Oficio divino. También, si se hacen los gestos correspondientes – inclinaciones de cabeza, inclinaciones profundas – se va adquiriendo la gestualidad corporal, que forma parte principal en el arte de celebrar.

 

«Falta muchísima iniciación al canto litúrgico» Monseñor Sanguinetti.

 

¿Qué lugar tiene el canto en la Liturgia y, por lo tanto, en la formación litúrgica?

  El canto en la Liturgia es una de las grandes interrogantes y también, hay que decirlo con claridad, es parte importante de la crisis actual de la Liturgia. Se ha tomado el cantar durante la Liturgia como una manifestación más o menos arbitraria de la gente, hasta se habla de “animar” la Liturgia con cantos. Esto es una contradicción, porque es la acción litúrgica, los actos de Cristo y de la Iglesia los que dan la vida.

No se trata de que haya canto “durante” la Liturgia, sino que falta muchísima iniciación al canto litúrgico y, una enorme carencia de canto litúrgico. También aquí es necesario un camino humilde de formación, a partir de los mismos cantos litúrgicos, es decir, los de la Liturgia, no lo que se quiere inventar.