La Comunidad Misionera Juvenil Menahen y el Centro San Juan Pablo II trabajan con estos jóvenes, les evangelizan, comparten con ellos comidas caseras y les llevan artículos de aseo.
Diamar Díaz Nieto
Se vivía en la luz de la esperanza, el Papa Francisco llegaría a Panamá, en el marco del evento que reúne a jóvenes alrededor del mundo, la Jornada Mundial de la Juventud. Y uno de los sitios escogidos de visita era el Centro de Cumplimiento de Menores.
Ahí el catequista Luis Hernández, junto al grupo juvenil que lidera: Comunidad Misionera Juvenil Menahem, preparaba la catequesis preliminar al evento, donde iban a hablarles a estos jóvenes en conflicto con la ley, sobre el sacramento del perdón o reconciliación.
Era un 19 de enero de 2019 y un grupo de 57 chicos se acercaba a escuchar la charla, pero al observar sus rostros, descubren con asombro que sus cuerpos estaban ahí, pero sus mentes estaban lejos y confundidos, porque no entendían nada de los que le estaban hablando, por lo que Luis pregunta: ¿cuántos aquí son católicos?…
…Solo dos levantan la mano, un muchacho que portaba una camándula en el cuello y otro que tenía un instrumento para rezar el Rosario tatuado en el cuerpo, por eso cambian la estrategia, y deciden hablarles de la fe y de cómo Dios ha trabajado en su vida.

Al terminar de hablar con la agudeza propia de su edad, uno de los adolescentes de nombre Alejandro, les hace la observación de la poca presencia evangelizadora católica y que les gustaría verlos más allá, y fueron esas pocas, pero impactantes palabras que motivaron que la mies de este centro empezara a ser cegada, a través del proyecto Toma mi mano.
“El programa Toma mi mano es una voz de aliento, una mano amiga, un soporte espiritual, social para los chicos que están privados de libertad”, explicó el catequista Luis Hernández.
Expresó que este proyecto lo desarrolla desde hace algún tiempo, el Centro San Juan Pablo II dentro del Centro Femenino de Rehabilitación (CEFERE).
Tras conversación con Ariel López, quien dirige el Centro San Juan Pablo II, abrazaron la idea de llevarlo al Centro de Cumplimiento de Menores, donde actualmente con la Comunidad Misionera Juvenil Menahem, brindan orientación, forman, preparan, ayudan, fortalecen la vida personal, la relación espiritual y la condición legal desde el punto de vista de fe, del joven que está resocializándose en este lugar.
El 2 de febrero de 2019 arrancaron con las catequesis con 50 de los 57 jóvenes a quienes les hablaron ese día.
La pandemia quiso frenar esos encuentros, pero los encausaron en otros objetivos que también llegan al corazón. En estos momentos hacen visitas dominicales, en las que le llevan a los participantes la Palabra, y en la parte física, alimentos y artículos para el aseo personal y la limpieza de sus dormitorios.
“Compartimos el almuerzo con ellos, y en todos los encuentros que realizamos, tenemos varias dinámicas de motivación, de relación interpersonal, de trabajo en equipo, de comunidad, para poder insertar a estos muchachos en una condición de vida distinta a la que ellos han llevado”, explicó Luis, quien además de catequista, es profesor.
Compromiso a través de la catequesis

El cariño entregado le ha ganado al entrevistado, entre los adolescentes recluidos y los que han alcanzado la añorada libertad, el sobrenombre de Papá Luis.
Destaca que, por el apoyo manifestado, a través del grupo Menahem, han observado cambios en las vidas de muchos de estos muchachos y entre esas muestras está que, un grupo importante de ellos les escriben y otros les llaman, para saludarles o desahogarse cuando se sienten agobiados por la realidad, tras su salida les han cerrado muchas puertas, debido a su pasado, al que no quieren volver.
Como comunidad misionera reconoce Luis, que anhelan que existiera un programa de padrinos que les permita encontrar una oportunidad laboral o de estudios, y no ser etiquetados, porque no es fácil para ellos volver a ser reinsertados en la sociedad, por razones como haber marcado su cuerpo con tatuajes, decisión de la que se lamentan.
Resaltó que a los misioneros de Menahem, por su parte, la experiencia ha sido enriquecedora, porque les ha permitió ser instrumento de paz, al permitirles consolar, más que ser consolados.
Frutos educacionales

El programa “Toma mi mano” a través del Centro San Juan Pablo II siente la gran satisfacción de recibir los primeros frutos al realizar la obra de misericordia: enseñar al que no sabe, puesto que el pasado 6 de agosto, recibieron su diploma, que los acredita como Bachiller en Ciencias, dos jóvenes del Centro de Cumplimiento que participan del programa.
Pero no solo ellos, en diciembre otros dos jóvenes, también culminarán estos estudios secundarios. Nos cuenta “Papa Luis”, que este logró fue gracias a gestiones logradas por el director del Centro San Juan Pablo II, Ariel López con la organización católica en Alemania, Adveniat.
Reconoció que esta es una pastoral que no resulta atractiva para muchos, y que en cambio ha recibido comentarios ácidos que le hacen algunas personas, que le dicen ¡cómo puedes ayudar a esos muchachos! No obstante, sabe que ese compromiso es con Dios, y que ve en cada uno de esos niños (que llenos de heridas proceden de hogares destruidos), el rostro de Jesús.