La Hermana María Belén de la Santa Paz conoció a las religiosas, en su apostolado con los jóvenes, fue algo que le enamoró.
Por Karla Díaz
Andrea del Carmen Barría Villalaz creció en la fe dentro de la Parroquia San Antonio María Claret. Sus padres pertenecen a la comunidad de oración de las Hijas de María Reina de la Paz, y allí, poco a poco, nació su vocación.
Luego de un largo caminar, realizó sus primeros votos como Religiosa, y es ahora la Hermana María Belén de la Santa Paz.
“Tuve la oportunidad de conocer a las hermanas cuando tenía 16 años. Recuerdo que se acercaba mi cumpleaños, el 27 de noviembre, fiesta de la Virgen de la Medalla Milagrosa, y a mi mamá le gustaba la idea de regalar algunos denarios. Así llegamos a la casa religiosa de las Hijas de María Reina de la Paz”, señala Madre María Belén.
Empezó a ir al grupo de oración Regina Pacis dirigido por ellas, y empezó a tener más cercanía.
“Poco a poco me fui enamorando de la Virgen María Reina de la Paz, de sus mensajes y de esta hermosa comunidad”.
Luego de varios meses asistiendo al grupo de oración con su familia, empezó a entender un poco la inquietud vocacional que había tenido.
Entonces pudo comprender que Dios le pedía ser toda para Él. El 25 de noviembre del 2018 pidió hacer el tiempo de experiencia que fueron dos meses y medio. Luego en el 2019 vivió la JMJ como voluntaria, pero ya su corazón estaba con la Reina de la Paz; y en marzo del 2019 entró como aspirante.
“De hoy en adelante espero ser luz para la humanidad, poder vivir la vida consagrada con alegría y sobre todo con amor primero a Dios y a todos los hombres. Y algo que le he pedido a Dios es que por medio de mi llamado pueda dar un granito de arena, además ayudar a que la humanidad vuelva a tener credibilidad en la Vida Consagrada y en la Iglesia”, puntualiza Madre María Belén.
