Los días oscuros quedaron atrás, hoy celebran como la infinita misericordia de Dios les ha sanado. Reconocen que no hay familia perfecta, y mucho menos saludable sin el ejercicio del perdón.
Por Marianne Colmenárez
Si papá y mamá no mantienen una relación sana estando juntos, difícilmente podrán conseguir una familia unida o con unas relaciones de convivencia sanas.
El Santo Padre, en su exhortación Amoris laetitia, invitó a los matrimonios a ser signos de misericordia y cercanía, precisamente donde la vida familiar no se desarrolla con paz y gozo.
Según este documento del papa Francisco, todo matrimonio y toda familia es una historia de salvación, y esta afirmación es confirmada por estos dos matrimonios que comparten sus historias en esta edición.
Héctor y Carmen
Cuando Héctor y Carmen de Murillo tenían aproximadamente 20 años de casados, padecieron junto a sus tres hijos el dolor que produce una infidelidad conyugal.
Héctor faltó al voto de la fidelidad que se jura frente al altar, y esa caída trajo como consecuencia un hijo fuera del matrimonio.
Carmen profundamente decepcionada sufría al ver como su familia se hacía pedazos. “Lloré muchísimo, y desde el llanto pedía a Dios misericordia en mi corazón. Fue un momento muy difícil para nuestros hijos, saber que tendrían un hermanito fuera de nuestro hogar”.
Héctor por su parte, reconocía arrepentido del gran error cometido y buscó ayuda en su cuñado que se preparaba para ser diácono.
“Me habló del programa Retrouvaille, pero tenía que esperar un mes para hacer el retiro. Dije que esperaría lo que fuera necesario porque no quería perder mi matrimonio, ni mi familia. De mis tres hijos, la niña resultó muy afectada”, afirmó.
Carmen muy herida por la traición no quería ni siquiera intentarlo, hasta que el sacerdote Domingo Escobar, asesor espiritual de Retrouvaille, mantuvo una larga y profunda conversación con ella. Esto permitió que aceptara la posibilidad de vivir el retiro.
Sin dar detalles de lo que experimentaron durante ese fin de semana, ambos aseguran haberse encontrado cara a cara con la misericordia de Dios Padre.
“Fue una vivencia maravillosa, sentí sanación en mi corazón. También pedí perdón, porque estaba equivocada en muchas situaciones cotidianas, logré entender que éramos un matrimonio y lo que eso conllevaba”, afirmó Carmen.
El perdón ha sido todo un proceso, para ellos las sesiones de seguimiento a las que asistieron fueron el complemento necesario para saber aplicar las herramientas recibidas.
Actualmente tienen 32 años de matrimonio. Aprendieron juntos a sanar, a ser misericordiosos entre ellos y a vivir juntos esa nueva realidad, que debieron aceptar.
Se enfocan en hacer lo que responsablemente corresponde por el bien de todos y de la nueva hija, actualmente una adolescente de 12 años.
Desde ese fin de semana no se han separado de la Iglesia. “Damos charlas, hacemos entrevistas a los posibles candidatos, atendemos llamadas, servimos en la Pastoral Familiar y en el Consejo Económico de la parroquia”, dijo Héctor.
Esther y Fernando
La historia de Fernando y Esther de Briceño es algo similar, dentro de poco arribarán a sus 32 años de casados. Son los coordinadores diocesanos del programa Retrouvaille en la Arquidiócesis de Panamá.
Esther recuerda que su matrimonio tocó fondo cuando apenas llegaban a sus 10 años de casados. Como Fernando había sido infiel, ella pensaba equivocadamente que su esposo era culpable de absolutamente todo, obviando sus errores, entre estos el grave problema que tenía con el manejo de la ira.
“La palabra decisión es clave en el camino del perdón, yo decido perdonarte, yo decido recibir tu perdón. Cuando interioricé esto, logré liberarme, y esto definitivamente fue lo que me ayudó” asegura Esther.
Señalan que la experiencia del fin de semana les permitió reencontrarse consigo mismos, con su pareja y con un Padre Misericordioso que les invita diariamente a seguir este camino.
Fernando asegura que este programa les ayudó a ver más allá, “nos presentaron esa luz que es Cristo, siempre misericordioso a pesar de los errores cometidos”, dijo.
“Nadie dice que sea fácil, pero sí se puede. En un proceso, solo hay que pedir la gracia para esperar el tiempo que sea necesario. La idea es sentirte realmente perdonado y tener la fuerza de pedir perdón”, agregó.
Con más de 19 años trabajando activamente en el programa, no olvidan que hace años afectaron negativamente a sus dos hijos.
“Todavía estamos tratando de recuperar el tiempo perdido, compartiendo más con ellos, hablando de estos temas, aunque cueste mucho. Vivimos en casa la experiencia del perdón, nos reunimos cuando no nos gusta algo de nosotros mismos, con mucho respeto y caridad lo expresamos”, explicó Esther.
Los miércoles hacen el Santo Rosario en familia y colaboran en su parroquia San Juan Apóstol y en algunas obras de misericordia como el Comedor Solidario de Ciudad Radial y Casa Hogar Buen Samaritano.
Si mi matrimonio está bien, mi familia va estar bien
Para el padre Domingo Escobar, asesor espiritual de Retrouvaille Panamá, la misericordia es un tema intrafamiliar muy puntual que debe trabajarse. De ser así, traerá buenos resultados, que se verán reflejados no solo en la pareja, también en la familia y en los diferentes ámbitos sociales en los que se comparte.
“Es difícil acceder al perdón después de una infidelidad conyugal. Por esta razón, uno de los cuatros ejes en los que se desarrolla la vivencia, conlleva precisamente al perdón, pero a modo de decisión, así como amar y confiar, que también es una decisión”, afirmó.
Escobar asegura que les ha dado buen resultado motivarles hacia el perdón. “Si no perdonamos a la esposa, al hijo que se equivocó o aquella hija que salió con un embarazo no deseado, siendo tal vez adolescente, ¿cómo sanamos?, la única manera es a través del perdón”.
Explica, que cada vez que un cristiano se confiesa siente una paz interior causada por el perdón del Señor, que ha sido misericordioso a pesar del pecado cometido.
“Así como el Padre ha sido conmigo yo también debo ser con los demás. Si creo y me beneficio de la misericordia del Padre, debo tener misericordia con el prójimo”, reiteró.
Según el sacerdote, el mejor patrimonio que hoy se puede dejar a los hijos no es la riqueza, sino la educación plena, una formación integral que incluya valores fundamentales como: amor, vida de fe, justicia, respeto, solidaridad y perdón.