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Alivio moral y espiritual para el hermano que vive con VIH

Alivio moral y espiritual para el hermano que vive con VIH

Una labor que se inició a petición de monseñor Carlos María Ariz, y que fue fundada por el  padre Vicente Morgante, se ha convertido en un signo de misericordia y amor de Dios.

 

Por Karla Díaz 

Llegar a la ciudad de Colón y hablar del Albergue de María es tocar una parte sensible de la diócesis. Se trata de un hogar atendido por las Hermanas de la Fraternidad Pequeña Familia de María, quienes han tomado como suyo este proyecto de entrega, amor y misericordia con quienes se ven abatidos por la condición de VIH.

La Hermana Lucía del Amor Misericordioso de Jesús destaca que en un principio acogían a los pacientes con la intención de que no murieran solos, sin embargo, al ver que, con amor, cuidados, medicamentos y la parte espiritual se recuperaban, decidieron hacerlo con más fuerza, y es así como ya tienen 25 años ayudando a pacientes a recuperarse integralmente.

“Nos dimos cuenta de que la recuperación no es solo física, sino moral, especialmente si tienen una mala situación familiar o económica, y así empezamos a ayudarles de todas las formas posibles, llegando a atender adultos, adultos mayores, jóvenes y niños”, señala la Hermana Lucía.

 

Estas paredes me han regalado una nueva vida

Juan Guevara, nombre ficticio de uno de los residentes, da testimonio de que el amor de las religiosas y de Dios le salvaron la vida. “Cuando llegué aquí no vine en buen estado, vine mal de salud, de hecho, yo no quería llegar aquí, estuve al borde de la muerte, perdí a mi esposa, a mis hijos, mi trabajo, todo por la infidelidad y las drogas, tuve una sobredosis, pero Dios en su infinito amor me dio una segunda oportunidad”, destaca.

Uno de los beneficiados recibe uno de los sacramentos de iniciación.

Para él ha sido importante el acompañamiento; recuerda que llegó rebelde al albergue y poco a poco, con mucha paciencia le fueron enseñando disciplina y comenzó su recuperación.

“Aquí las Hermanas nos ayudan, nos cuidan, son como nuestras madres, se desvelan por nosotros. Gracias a Dios, durante este tiempo he podido bautizarme y también hice mi Primera Comunión, solo me falta la Confirmación, y todo lo he logrado gracias a la Palabra del Señor que es eficaz, es viva. Estas paredes me han regalado una nueva vida”, dice el joven.

Ya bastante recuperado, Juan destaca que aún no se siente listo para salir ya que no sabe con qué se va a encontrar afuera, pero de lo que sí está seguro es del gran aprecio que le tiene al albergue por la nueva experiencia de vida que ha experimentado a pesar de su diagnóstico y de todo lo que le ha tocado vivir.

 

La atención que se brinda es integral

Son 25 años de esta hermosa labor en Colón.

La población que atiende el albergue abarca pacientes  externos e internos, esto quiere decir que hay personas que llegan en estado crítico, ingresan para  recuperarse y salen, pero se les da seguimiento, mientras que hay otras que se mantienen en el albergue.

“Hoy tenemos 7 pacientes adultos y 6 niños. Ellos son atendidos por un médico general, fisioterapeutas, trabajadoras sociales y, en el caso de los niños, por pediatras. Sin embargo, no tenemos psicólogo porque aún no nombran uno para el albergue, así que mientras tanto nos visita una psicóloga por semana”, dice la hermana.

Para poder ingresar al albergue, la persona debe tener  el diagnóstico de VIH. También es importante que el familiar  apoye con el seguimiento del tratamiento, sus citas médicas, exámenes de sangre, y demás. Todo esto porque  mientras están en el hogar, las enfermeras y religiosas supervisan sus cuidados, tratamientos, pero afuera es la familia quien debe hacerlo, y así se ve la dinámica familiar y crítica del paciente.

Además, semanalmente se les cita  en un taller y se les evangeliza porque desde adentro se les valora y se les ama, haciéndoles saber  que Dios los ama también. Hay algunos que una vez salen reciben el beneficio de una bolsa de comida, pero para ello deben presentar sus controles, se les supervisa, les solicitan sus controles médicos, laboratorios, y se les visita para saber sobre sus medicamentos y las condiciones en las que viven.

 

El albergue cubre los gastos escolares de los niños, como: uniformes, alimentos y útiles escolares. También los preparan en música, karate y pintura.

 

La realidad preocupa

Los niños son atendidos, reciben también sus medicamentos.

En la parte estadística, la Hermana Lucía recalca que la provincia sigue  entre los primeros puestos con más casos de VIH. “Lamentablemente, los números  siguen aumentando. En el albergue recibimos mensualmente 2 o 3 casos de mamás VIH positivas  que dan a luz, y solo en el año 2024 recibimos 35 casos nuevos”, dijo.

Es triste  para la religiosa porque hay muchos bebés expuestos, es decir que nacen de mamás VIH y tienen que permanecer en atención por lo menos 18 meses para determinar si tienen el virus  o no.

“Es cierto que hay muchas situaciones difíciles, muchas enfermedades, pero en la medida en que nosotros vivimos unidos a Dios, vamos conociendo el dolor del corazón de Cristo y nos damos cuenta  de que se nos abren los ojos a la necesidad del hermano”, señala la Hermana.

 

Muchos hoy son testimonios de vida

A lo largo de estos 25 años son muchos los testimonios de personas que han estado en el albergue se han ido y se han superado. “Muchos nos dicen cuando nos visitan que añoran los momentos que vivieron aquí por el amor y las atenciones que recibieron; algunos eran niños y hoy ya son adultos profesionales que agradecen la labor del albergue; eso nos hace muy felices”.

Por otro lado, el hogar y las Hermanas tienen muchas necesidades, pues aunque son muy queridas en la provincia y la comunidad les apoya, están pasando por una situación especial que casi no les permite pagar la planilla del albergue, enfermeras, personal de cocina, aseo y demás.

“Lo que hacemos es vender dulces, hacer tómbolas, y ahora estamos promoviendo un almuerzo a beneficio del albergue que se va a realizar el 15 de febrero a las 12:30 de la tarde  en el Club Unión Árabe de Colón por una donación de solo 30 balboas para continuar esta obra de amor para Colón y para nuestra Iglesia”, puntualizó.

 

Trabajo satisfactorio

Kiria González – Fisioterapia
«La satisfacción de saber que ellos confíen en nosotros nos ayuda a comprenderlos mejor y darles más apoyo».
Marciana Tuñón- Voluntaria
«Adoro al Santísimo y doy formación a las madres que vive con VIH; pido a Dios por el bienestar del albergue».
Graciela Ramos- Trabajo Social
«Así como los recibimos también llega la satisfacción de que se recuperan; Dios se manifiesta en esos momentos».