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Delegados de la Palabra se echan al hombro misión evangelizadora

Delegados de la Palabra se echan al hombro misión evangelizadora

La misión pastoral sacerdotal no puede abarcar toda la labor en la zona misionera de Capira, que colinda con Coclé, Colón y el océano Pacífico. Es una extensión de terreno inmensa con alrededor de 40 mil habitantes. Solo hay un sacerdote, un diácono recién nombrado y un seminarista para atenderlos.

 

Por Elizabeth Muñoz de Lao

Cada Delegado de la Palabra en la zona misionera de Capira, es la imagen y semejanza de su patrono, san Isidro Labrador. Él es una pieza fundamental en su experiencia de vida.

Se dedicaba a la agricultura, al cultivo, pero antes de eso, a la oración, a su vida espiritual. Así son los delegados de la Palabra en esta zona. Representan al campesino que sale temprano a sembrar café o arroz para cultivar lo que la tierra les da, pero conjugan la vida de trabajo en el campo con la oración, como el santo.

También hay mujeres que prestan ese servicio a la Iglesia, de llevar la Palabra de Dios al prójimo.

El seminarista Osvaldo Elian Quintero, explicó que en el año se les hacen tres capacitaciones en el Centro de Formación San Isidro Labrador y se les da material impreso para la animación en sus áreas.

 

Los campesinos esperan la visita del sacerdote con entusiasmo y alegría.

 

Un trabajo que deja huellas

El Delegado de la Palabra es la representación del sacerdote en una comunidad, por tanto, debe ser una persona comprometida con la Iglesia, respetable, carismática, abierta a escuchar y apoyar.

Los delegados son esas personas que animan y, según el seminarista, se nota su presencia y trabajo porque sus comunidades están alegres, pese a no tener agua potable, electricidad ni otros servicios.

Ellos viajan de comunidad en comunidad para apoyarse unos a los otros, tanto en la entrega de las ostias y de materiales para celebrar la Palabra de Dios, como en compartir en fraternidad y amor.

En el ámbito litúrgico, conocen las partes de la eucaristía y los sacramentos. Hacen las celebraciones dominicales e incluso despiden a los difuntos.

 

Panorama Católico se trasladó a diversas comunidades de la zona, para conversar con los delegados.

 

En Caimito entrevistó a la delegada Nimia Obando de Aguilar, de la capilla San Juan de Dios, quien llegó a ese poblado hace 23 años.  Se dispuso a servir y preparó a jóvenes que hoy ya son adultos. “Todos ellos saben celebrar, cómo se prepara una eucaristía, cantan en el coro y todos llevan la Palabra”, explicó Nimia, y agregó: “yo nada más que estoy mirando hasta que Dios quiera”.

La parte litúrgica la aprendió en Don Bosco, y del sacerdote de Capira, César De León.

Les lleva la comunión a los adultos mayores, visita a los enfermos y les brinda servicios de curaciones y limpieza de heridas, pues se jubiló como técnico en enfermería.

Ella ya tiene el relevo generacional en un delegado joven:  Edwin Ávila.

“Esta labor la inicié con el grupo Misión País Panamá, donde empecé a conocer al Señor y a saber que es importante dar a la comunidad de lo que Dios da”, informó Ávila.  “Como jóvenes, tenemos la capacidad de comunicar ese amor”, enfatizó, y así lo hace.

 

El Cacao tiene su delegada

María Elvia Martínez de Morán llegó a ser delegada de la mano del padre Mirope Polanco, quien la animó mientras acompañaba a su nieta a la catequesis de Primera Comunión. Pero puso una excusa: no estaba casada por la Iglesia.

Lo que no sabía era que el Señor la había elegido para esa misión y, con el tiempo, se casó. Después de eso, el padre la anunció como Delegada de la Palabra en la capilla Cristo Salvador del Mundo, en El Cacao. Han pasado 20 años.

Hoy, su hijo Gabriel Morán es coordinador de la capilla; su hija Elvia Morán, la asiste en sus labores, mientras que su otra hija, Oris Morán, es catequista de Primera Comunión. El esposo es su fiel apoyo en su labor evangelizadora.

María Elvia se encarga de todo lo relacionado con la liturgia, el altar, el coro, el grupo de jóvenes, el Consejo Pastoral… “y así fue como Jesús se manifestó en mí”, destacó.

 

En Tres Hermanas

Aurelio Gil es delegado de la Capilla San Mateo en Tres Hermanas, una zona lejana de Capira.

“Mi misión aquí es anunciar el evangelio todos los domingos y también preparar los sacramentos. “Yo les enseño los sacramentos, la liturgia, de cómo uno tiene que conocer su vida cristiana en la comunidad”, manifestó.

 

Él se preparó desde 1987, en el Centro Pablo VI de Penonomé. A la manera campesina, con sencillez, pidió a la comunidad: “Tengamos un poquito más de ese encuentro con Jesús, una vivencia más personal y familiar en la comunidad, más de corazón”, resaltó.

 

El de Riocito, José Eladio Valdez, pensó que su labor del campo iba a decaer si se convertía en Delegado de la Palabra, pero luego se le hizo evidente lo que dice el salmo: ““Haz la prueba y verás cuán bueno es el Señor”.

Y en Ciricito Arriba, al delegado Migdonio Sánchez, la fe lo ayuda a llegar a lugares muy distantes para transmitir la Palabra, por el bien de todos.

 

Patronal tiene un propósito

El padre César De León recorre durante el año las más de 80 capillas de su área misionera. “Nos vamos a la comunidad y hasta que no se haga todo, no se puede regresar. El sacerdote solo va tres veces al año y tiene que confesar y reunirse con los delegados”, informó.

Reconciliación en el campo.

A esto se suma la celebración de la fiesta patronal de cada comunidad, que no debe tomarse a la ligera.

Es tener un encuentro con la mayor parte de la feligresía. Es el momento en que se realiza la mayoría de los sacramentos, donde se puede conversar con los grupos pastorales y ver la realidad concreta de esa comunidad. Es como un termómetro, como fue la fiesta patronal de San Mateo, en Tres Hermanas, donde todo estaba muy bien organizado: el templo arreglado, la comida, el coro, la gran cantidad de gente que asistió; la procesión, los actos culturales. Eso quiere decir que la comunidad tiene la comunión necesaria para llevar adelante el trabajo. Ese es el sentido de que el párroco acuda a celebrar la fiesta patronal.