Demostrar con obras que Dios vive entre nosotros

La Palabra esta semana nos exhorta a salir de las cuatro paredes del templo. A construir una comunidad viva, que camina con el pueblo que, a su alrededor, está tratando de encontrarse con Dios y no sabe cómo.

Se trata de abrirse a los demás, y no esperar que la gente venga a misa o a las reuniones de oración y catequesis.

La del siglo XXI ha de ser una Iglesia que permanece en clave misionera las 24 horas del día, todos los días de la semana. Que celebra, sí, pero para recargar energías y volver a la batalla de la caridad.

El mundo, aunque se diga o parezca lo contrario, clama por Dios, lo está buscando desesperadamente, con ansias. Podríamos decir que el problema está en que la mayoría lo busca en el lugar equivocado. Tal vez sea así porque no encuentran en los cristianos una fuente, una referencia o un ejemplo.

Se trata entonces de convertirse en punto de encuentro y mesa, y más que mesa, en pan. Solo así los otros, esos que hoy buscan a tientas, se encontrarán con un Dios que ama y está con los brazos abiertos esperando a sus hijos amados, y se hace el encontradizo.

Cuando la gente a nuestro alrededor se pregunte si Dios existe, no debemos responder pruebas teologicas, ni con citas bíblicas apologéticas, o con algunos dogmas o doctrinas, sino con el Amor Misericordioso de Dios que, a través de cada uno, se derrama en las comunidades.

Porque se trata de eso. Al final no se preguntará quién tiene la verdad, sino quién amó más, y con más ternura y sencillez a quienes lo necesitaban- ¡Ánimo!