La iglesia universal celebra la festividad en honor a San Juan Bosco. Su espíritu, carisma y método educativo permanecen vivos en cada una de sus obras que repercuten en la sociedad panameña.
Oscar Rodríguez Blanco, S.D.B.
Este lunes 31 de enero se celebra la fiesta de San Juan Bosco. Murió en 1888. Su mensaje de esperanza a los jóvenes, su espíritu, carisma y método educativo permanecen vivos en cada una de sus obras. El ejemplo de su vida ha sido fuente de inspiración para la gran “familia salesiana”, que bajo diferentes estilos, trabaja por el bien de la juventud en 134 países del mundo.
El sueño que el niño Juanito Bosco tuvo, a los nueve años, marcó para siempre su vocación y fue el inicio de una realidad que alcanza hoy al mundo entero: “He aquí tu campo, he aquí donde tienes que trabajar. Hazte humilde, fuerte, robusto; y cuanto veas que ocurre ahora con estos animales feroces lo deberás hacer tú con mis hijos…no con golpes sino con amor”. Siendo sacerdote tuvo otro profético sueño en el que se le decía: “Tira una línea desde Pekín a Santiago, haz centro en el corazón de África y tendrás una idea exacta de cuánto deben hacer los salesianos…”
Don Bosco tomó como ejemplo a San Francisco de Sales, fue el manantial de inspiración para poner en práctica su forma de educar y evangelizar. Estamos celebrando el IV centenario de la muerte de este esta gran santo, obispo, doctor y maestro de amabilidad. El Padre Ángel Fernández Artime, actual sucesor de Don Bosco, aprovechado ha enviado su mensaje anual, tomando como lema “Todo por amor, nada por la fuerza” como un homenaje a este santo obispo por el que nos llamamos “salesianos”.
La santidad
Para ser santos con la espiritualidad de lo cotidiano en la que se expresa con profundidad, y belleza.
Don Bosco, y muchos más, ha llegado a la santidad con una espiritualidad sencilla agradando a Dios.
El ser santos en la vida diaria es un llamado de Dios, es accesible a todos, basta que practiquemos el amor como Dios quiere.
Pio IX, al proclamarlo Doctor de la iglesia dijo: “Su verdadera piedad ha penetrado hasta el trono de los reyes, en la tienda de los jefes de los ejércitos, en el tribunal de los jueces, en las oficinas, en las tiendas e incluso en las cabañas de los pastores”. Es un llamado al laicado para ser santos con la espiritualidad de lo cotidiano en la que se expresa con profundidad, y belleza, como dice Benedicto XVI, el «ser completamente de Dios, viviendo en plenitud la presencia en el mundo y los deberes del propio estado”.
Para llegar a la santidad no se requieren acciones extraordinarias. Don Bosco, y muchos más, ha llegado a la santidad con una espiritualidad sencilla agradando a Dios con el trabajo honesto de cada día. El escritor salesiano, Eugenio Alburquerque llega a esta conclusión: “Acoger la invitación a la santidad es acoger la gracia y el amor de Dios.
San Francisco de Sales concentra la santidad en lo esencial. La devoción viva y verdadera presupone el amor de Dios; mejor dicho, no es otra cosa que el verdadero amor de Dios”. El ser santos en la vida diaria es un llamado de Dios, es accesible a todos, basta que practiquemos el amor como Dios quiere. Amar al que vive en el mismo hogar, amar y respetar al que trabaja a mi lado, amar aún al que no me quiere, eso es llevar a la práctica lo que tantas veces nos ha dicho San Juan apóstol en sus cartas. Es la santidad de lo cotidiano puesta en práctica por Don Bosco y que no aparta a nadie de sus trabajos diarios; todo lo contrario, estimula a realizarlo con mayor entrega y perfección. Don Bosco antes de morir, dijo a sus jóvenes y lo diría ahora a nosotros: “Les espero en el paraíso”.
Don Bosco y la educación
Estamos viviendo una etapa difícil de la historia que ha afectado sensiblemente a las naciones del mundo. Las instituciones económicas y financieras en la nación, y en el mundo entero, han sufrido terribles consecuencias. Esta dura realidad ha afectado la educación pública y privada.
Los salesianos llevan muchos años sirviendo a la nación panameña con una variada oferta educativa. Siempre fijos en el ideal de Don Bosco, hacer de los jóvenes “unos buenos cristianos y honrados ciudadanos capaces de servir con honestidad a Dios y a la patria”.
El santo decía a sus educadores: “la felicidad de las naciones depende de la sana educación de la juventud”. Hoy podemos decir también: De la sana educación de los hijos, depende la felicidad de las familias.
Ahora nos corresponde lograr insertar a nuestra juventud en todos los espacios de participación y decisión. Estamos en un momento ideal. Acompañarlos y formarles según los criterios cristianos, y llevarlos a admirar a Don Bosco, pero sobre todo imitar su ejemplo.