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Entregan sus vidas a Dios al compromiso social ambiental para el cuidado de la Creación

Entregan sus vidas a Dios al compromiso social ambiental para el cuidado de la Creación

Desde las Tierras altas de Chiriquí y en la zona indígena de la Comarca Ngäbe-Buglé, las religiosas buscan con su proyecto “Tierra, Vida y Esperanza”, despertar en las comunidades el deseo de cuidar la Madre Tierra y mejorar, desde el trabajo en equipo, la calidad de vida de sus habitantes.

 

Por Marianne Colmenárez

Estando presentes en casi todo el mundo, las Hermanas de la Misericordia centran su compromiso en cinco asuntos críticos: la tierra, migración, no violencia, racismo y mujeres.

En Panamá han enfocado su misión, en la provincia de Chiriquí, específicamente en Tierras Altas y en la comarca Ngäbe-Buglé. Viven día a día comprometidas a la conversión ecológica, se dedican a cuidar de los ecosistemas, abordando el cambio climático y abogan por el derecho al agua potable.

La hermana Edia López, una de las siete religiosas de esta congregación, señala que vienen desarrollando el proyecto de Tierra, Vida y Esperanza, subsidiado por Mercy Ministry y por el Instituto de las Hermanas de la Misericordia.

“Tras el paso de los huracanes ETA e IOTA, hace tres años, vimos la necesidad de hacer algo que ayudara a restaurar la madre tierra y las comunidades afectadas. Nos preguntamos: ¿qué podemos hacer para apoyar a las víctimas del desastre?”, comenta la religiosa.

Desde entonces, no se hizo esperar la ayuda para asistir y aliviar las necesidades de los afectados del desastre.

“Vimos que no era suficiente este apoyo en emergencia a las víctimas y empezamos hace dos años a desarrollar actividades encaminadas a cuidar y conservar el suelo, implementamos huertos escolares en tres comunidades de la zona indígena, potenciando las prácticas ancestrales de la misma comarca y favoreciendo también la economía circular”, dijo.

 

Aprenden sobre los beneficios de cultivar en sus casas sus propias verduras, intercambian semillas y elaboran abono.

 

Para las religiosas, las alianzas con instituciones gubernamentales y privadas han sido de gran beneficio. Con la Universidad Tecnológica Oteima han capacitado a las familias y a los estudiantes para que desarrollen sus propios huertos familiares, con técnicas productivas innovadoras.

 

La Hermana Edia López, coordina el proyecto con el apoyo de la comunidad.

Líderes comunitarios

Catalina Palacios, indígena Ngäbe-Buglé y presidente de la Asamblea de Padres de la Escuela Quebrada Hacha, asegura que los huertos escolares han servido de inspiración y modelo para el proceso educativo de los niños y jóvenes de las comunidades.

“Lo vivido en cada escuela y en las comunidades han dejado una experiencia, un aprendizaje, un impacto positivo. Los niños y niñas ya saben cultivar apio, repollo, perejil, lechugas, coles, espinacas, culantro, ají pimento, ajíes criollos, pepino, zapallo, habichuelas, habas, flores atrayentes y repelentes, para favorecer la polinización”, afirmó con orgullo.

Agrega de los rubros nativos o locales, se cultiva: maíz, yuca, otoe, plátano, guineo, coco y árboles frutales, ornamentales y del sistema agroforestal propia del área.

Con el mismo compromiso asumido por Catalina, el proyecto ha recibido el apoyo de los padres acudientes de las escuelas participantes.