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Juventud del mundo en Lisboa

Juventud del mundo en Lisboa

Jornada Mundial de la Juventud es una experiencia de espiritualidad y comunión con el sucesor de Pedro.

 

Por Mons. José Domingo Ulloa M.

El Domingo de Ramos de 1986 en la Plaza de San Pedro, más de 300,000 muchachos y muchachas respondieron al llamado del entonces Pontífice y ahora Santo, San Juan Pablo II. Era el año de la juventud proclamado por la ONU y la extensión del jubileo internacional de la juventud que el Papa proclamó como parte del Año Santo de la Redención.

Desde aquella ocasión hasta nuestros días, son cientos de miles de jóvenes que participan en estas jornadas. Nada hay igual. Ningún otro acontecimiento reúne a tanta juventud. En casi todos los continentes se ha sentido esta presencia, con la cruz como signo central y el Papa confirmando la fe de la juventud mundial.

Hace cuatro años, nuestro pequeño país fue sede de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), gracias a la confianza depositada por el Papa Francisco de que podíamos y así lo fue, de demostrar al mundo que somos un pueblo noble, y “la nobleza no se compra, se engendra, se hereda, se respira, se vive”, dicho en sus propias palabras.

 

La Jornada Mundial de la Juventud es, en nuestro tiempo, un signo fuerte de esperanza.

No todo está perdido entre los jóvenes ni en un mundo que reniega de Dios, en las voces de los que más vociferan. Sin violencia ni terror, la juventud de la esperanza y el amor le ofrece a la humanidad el regalo más grande que Dios Padre ha hecho al mundo: Cristo Jesús.

Querido jóvenes, la iglesia necesita auténticos testigos, hombres y mujeres cuya vida haya sido transformada por el encuentro con Jesús; capaces de comunicar su experiencia a los demás.