La misión nacional despertó la fuerza de los laicos

La misión nacional despertó la fuerza de los laicos

La Comisión Nacional de Animación Misionera (Co.N.A.M.), asumió el reto de la Nueva Evangelización hace 35 años, y desde entonces, ha mantenido ininterrumpidamente su misión, con el impulso y la fuerza de los laicos. 

Betzaida Toulier U.

Hace 35 años, hombres y mujeres, todos laicos, se lanzaron a misionar. Llevaban poco equipaje, pero no podía faltar la Biblia y su entusiasmo por evangelizar. Así nació la Comisión Nacional de Animación Misionera (Co.N.A.M.), que asumió el reto de la Nueva Evangelización.

Todo un desafío para las autoridades eclesiales, pues era la primera vez que la Iglesia panameña organizaba una misión nacional, y la responsabilidad de ponerla en marcha recayó en la naciente Comisión Nacional de Animación Misionera.

Carlos Norse – Colón
“Mi primera experiencia como misionero data del año 1989, en la Paz de Chame, después de formarme. Mi vida cambió por completo y sigo trabajando por el reino de Dios”.

El mandato lo dio la Carta Pastoral de los obispos del 1 de febrero de 1987. Los obispos mandaban a crear un movimiento de animación misionera intensivo en cada diócesis, cuyo objetivo primordial sería: revitalizar la conciencia misionera en cada uno de los bautizados. 

Para esa época, la Iglesia en América se estaba preparando para celebrar el quinto centenario de la primera evangelización de América (1492-1992) y, que mejor momento para realizar una misión nacional en conmemoración de este acontecimiento.

Organización

La Conferencia Episcopal Panameña (CEP) organizó varias comisiones con este propósito, la primera, la conformación de la Comisión Nacional de Animación Misionera, conocida como la Co.N.A.M.

Esteban Aparicio –Santiago
“Mi primera experiencia fue en 1988 en La Enea de Guararé, esta misión marcó mi vida para siempre, desde allí continúe mi caminar como misionero, año tras año”.

El ahora emérito obispo de la Diócesis de Santiago, Monseñor Oscar Mario Brown, le correspondió presidir el movimiento, verlo nacer y acompañarlo en sus primeros pasos, aún hoy le da seguimiento.

Contó con la valiosa colaboración del padre Tomás Sindley y el padre Francisco Javier Bárcenas, ambos vicentinos; la Hermana Silvia López y la Hermana Gumersinda Fajardo.

Corría el año de 1987. Solo un año antes, Monseñor Brown había sido ordenado obispo, de modo que estaba haciendo sus primeros pininos en este ministerio. 

El Obispo recuerda que la comisión empezó sus labores con mucho entusiasmo, pues se trataba de una misión que abarcaría todo el país, paulatinamente.

Había una particularidad, los misioneros no serían principalmente religiosos o religiosas, si no laicos, pues “se trataba de resaltar el papel del laico como testigo de la iglesia en el mundo y del mundo en la Iglesia”, explicó Monseñor Brown… “Sin clericalismos”.

Tilcia Dimares – Panamá
“Mi primer envío fue a la parroquia San Pablo Viejo Abajo en Chiriquí, en 1989. Allí experimenté la acción del Espíritu Santo. Marcó mi vida y compromiso misionero”.

“Se trataba de probar vivamente como desde la secularidad, es decir, la presencia en el mundo propia del laico, se puede construir el reino de Dios”, dijo. 

Desde luego, también se contaría con el apoyo de los consagrados quienes administrarían los sacramentos. Que decir de las comunidades que ofrecieron hospedaje y alimentaron a los misioneros. 

Primera experiencia misionera

Asegurada la formación de los laicos, la misión nacional empezó en la Diócesis de Chitré, que estaba por celebrar sus Bodas de Plata. Ese 1987, el coronel Díaz Herrera hizo unas declaraciones que convulsionaron al país y se pensó que, por la gravedad de la crisis, en que entró el país, era mejor posponer el inicio de la misión para una época más propicia.

Ida de Vega – Chitré
“Me inicié en 1989. Mi primera experiencia en Altos del Coco, Penonomé. Todos los años tomaba vacaciones para misionar. Ser misionera ha sido la mejor decisión de mi vida”.

En medio de la convulsión política de los años 1987, 1988, 1989, la misión arrancó en la fecha prevista, verano de 1988, confiados en la divina providencia. Todo el año 1987 fue de organización, establecer contenidos, y las metodologías a seguir.  

“Hoy pensamos que la decisión fue acertada, pues la crisis política se prolongó hasta bien entrada la década siguiente”, expresó Monseñor Brown.

La misión se desarrolló con amplia participación y mucho entusiasmo, en algunos casos se trató de misiones generales y en otros de misiones especializadas en las escuelas, universidades, empresas, cárceles, gremios y asociaciones o misiones con obreros, campesinos, estudiantes o profesionales.

“Los misioneros vivieron la experiencia de los que se acercan a la misión con fe, pero también con cierta aprehensión, y como el labrador cuando siembra la semilla, regresaron con el gozo de la cosecha”, dijo Monseñor Brown.

Frutos de la misión nacional

Después de esa experiencia de la misión nacional, florecieron las vocaciones laicales, sacerdotales y religiosas. Y es que – como señala-  Monseñor Brown, los misioneros regresaron a sus comunidades con la convicción profunda de la necesidad de sacerdotes ministeriales que puedan celebrar los sacramentos de la eucaristía, la reconciliación y la unción de los enfermos, que no pueden celebrar ni presidir los laicos- “Se convirtieron en grandes promotores vocacionales”, reconoce el obispo.

Fulvia Martínez – Panamá
“En 1989 me asignan a la comunidad de Chiguirí Arriba, Penonomé. Desde esa primera experiencia, mi vida se entregó a la misión, a llevar el mensaje liberador del evangelio”.

 

Sebastián Pérez Sugasti, de la Parroquia San Juan Bosco de Pedregal, es testimonio de esa experiencia misionera.  Empezó a recibir formación del equipo de campamento de la Co.NAM. Sintió su vocación al sacerdocio y optó por unirse a los Capuchinos.

La Hermana Heredia pertenecía a la parroquia Don Bosco en David, Chiriquí, y asistía todos los días a la misión en 1991. Después siguió como laica comprometida y sintió el llamado a la vida religiosa, ahora forma parte de las religiosas Lauritas y sirve en Costa Rica.

Entre los misioneros laicos muchos se incorporaron a la Comisión Nacional de Animación Misionera, y siguieron misionando. Fulvia Martínez vivió esta experiencia misionera hace 32 años 

“En 1989 tomé las dos formaciones de rigor para prepararme como misionera y luego en enero de 1990 fue mi primera experiencia de misión en la comunidad de Chiguirí Arriba, norte de Penonomé”, hace memoria la que hoy es la Directora de la Co.NAM. 

En 1997, Mons. Uriah Ashley (Q.E.P.D), invita a la Co.NAM para ayudarle en su misión pastoral. “Ofrecimos una Misión Especializada de Educación en toda la diócesis y desde allí formé parte del equipo organizador y formador de la misión, comentó.

Ahora como Directora de la Co.NAM., no duda en afirmar que estos 35 años ha sido un largo camino con sus altas y sus bajas, pero “cuando la obra viene de Dios, permanece”. 

MISIONEROS. Siempre dispuestos a misionar en áreas de difícil acceso.

Co.NAM en el tiempo

“Cuando en Aparecida se nos recordó que la iglesia es por esencia misionera y se nos exhortó a la misión permanente, ya estaba Co.NAM para responder a este desafío a nombre de Panamá. Además, cuando tuvimos el inmenso honor de celebrar en nuestro país la Jornada Mundial de la Juventud, allí también estaba Co.NAM en los trabajos preparatorios y también en la realización de la misma jornada mundial de la juventud”. 

Así lo destaca Monseñor Oscar Mario Brown, para valor, en su justa dimensión, el trabajo del movimiento que inició hace 35 años y se mantiene activo con el esfuerzo de laicos y el acompañamiento de obispos, sacerdotes y religiosas. 

OBISPO. Monseñor Brown vio nacer y se mantiene acompañando a la Co.NAM.

“Ahora que estamos en el umbral del Sínodo sobre la sinodalidad, Co.NAM se apresta para compartir generosamente su experiencia en la construcción de una Iglesia sacramento de unidad, para que todos los hombres unidos consigan también la plena unidad en Cristo”, acotó el Obispo, tras resaltar que la Co.NAM continua dando frutos para gloria de Dios y bien del mundo.